San Mateo 10, 1-7:
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

 

Gé 41,55-57.42,5-7.17-24a; Sal 32; Mt 10,1-7

La historia de José está entre las más bellas del AT. Nosotros aquí solo leemos su final feliz, cuando José reconoce a sus hermanos, venidos a Egipto a por comida, aquellos mismos que se deshicieron de él, vendiéndole, carcomidos por la envidia, como si fuera no un hermano, sino enemigo acérrimo. Ahora, sin embargo, porque los planes de Dios con su Pueblo son muy raros, vistos desde nuestras perspectivas, José puede jugar cariñosamente con ellos para que vayan a por su viejo padre y a por su hermano pequeño. Los hermanos no saben quién es el personaje egipcio tan poderoso. ¿Cómo su hermano odiado, al que vendieron por cuatro cuartos, puede hallarse en un puesto de esa categoría, y en país extranjero? Pero los caminos de Dios son muy extravagantes, y solo buscan el bien de los suyos; de su Pueblo. Nosotros creemos ser quienes dirigimos nuestras acciones y nuestra vida. Nuestros intereses, nuestros abominaciones y nuestras venganzas. Tal creyeron los hermanos de José. Su odio les pervirtió. Quisieron matarle, dejándole en un pozo seco, pero, por intercesión Judá, lo vendieron por treinta monedas. Y ahí estuvo su error, porque de esta manera dieron ocasión a la intervención gloriosa de su Dos, el Dios de sus padres. El pozo seco, como tantas veces, manó aguas abundantes. El agua del amor de Dios para con sus elegidos. El agua del Espíritu que hace fructificar lo que parecía definitivamente muerto.

Porque nosotros, como José, esperamos que venga sobre nosotros la misericordia del Señor. Por eso de continuo damos gracias. Incluso cando estamos aherrojados en el pozo seco. Vemos una caravana a la que seremos vendidos. Y luego, como con José, los caminos del Señor son muy suyos, y por eso los hace muy nuestros. Nuestros caminos son sus caminos, deshaciendo los planes de quienes nos quieren mal; de quienes buscan nuestra muerte. Pero los planes del Señor para con nosotros son proyectos de amor y de salvación. Incluso a través de la infamia, como sabemos por la cruz de Jesús, todo son para nosotros caminos de amor y de redención. Los ojos del Señor están puestos en su hijo José, y en nosotros con él, quienes siempre esperamos en su misericordia.

¿José o sus hermanos?, ¿José y sus hermanos? Cabe el arrepentimiento. Cabe el perdón. Cabe la misericordia. Podemos ser como José, mas también podemos ser como sus hermanos, cuando, por fin, descubren su maldad, y cómo ese camino de maldición se ha convertido por la acción de Dios en maravillosa senda de perdón y de gracia.

Porque Jesús tiene capacidad de expulsar los demonios que se han hecho con nosotros, que nos han ganado la partida, ¿de modo definitivo? No, porque ha dado a sus apóstoles, y a nosotros con ellos, la capacidad de expulsar los espíritus inmundos y de curar todas las enfermedades. Son doce los primeros apóstoles. Pero estamos hoy en continuidad con ellos. No nos ha dejado solos a nosotros. Nos ha puesto en la misma línea de carne, de carne de salvación. La encarnación también se ha hecho realidad entre nosotros, con nosotros. Y también a nosotros nos envía a las ovejas descarriadas de Israel, y, luego, a todas las gentes. Porque, mediante las historias sorprendentes de José, siempre tan abundantes, el Señor de la misericordia conduce a los suyos, y a todos, por caminos de consuelo y de gracia, pronunciando sobre nosotros palabras y acciones que nos conducen a la salvación.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid