San Mateo 12, 46-50:
Salvados
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

 

Hace no mucho me llamaron para dar una Unción de enfermos a una mujer con cáncer. El gran empeño de su hijo era que la madre nos e enterase de lo que iba a hacer e incluso me decía que si se despertaba (la pobre estaba muy sedada), le dijésemos que simplemente íbamos a imponerle el escapulario de la Virgen del Carmen, que hablase bajito y que fuera lo más rápido posible. Así había aprendido esa familia lo que era la Unción de enfermos, incluso la hermana de la enferma que la estaba cuidando salió corriendo al verme ( y soy feo, pro no para salir corriendo). Por supuesto me negué a todas sus peticiones, los curas no somos buitres, ni enterradores. Le dije que íbamos a rezar juntos por la salud de su madre, la espiritual y la corporal y no íbamos a ir a escondidas como a atracar un banco. Así que rezamos, la mujer no se despertó en todo el tiempo y, a pesar de mis explicaciones, creo que siguen sin tener claro para qué sirve la Unción de los enfermos.

“Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano grande del Señor obrando contra los egipcios, y el pueblo temió al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.”

«Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.»

Puede parecer que estos dos pasajes de la Biblia tienen poco que ver. Uno la salvación del pueblo y en la que se nos viene a todos la imagen de la película de “Los 10 mandamientos”, atravesando el mar rojo… y el otro texto que muchas veces se ha tomado como despreciativo de Jesús a su familia. Sin embargo tienen mucho que ver, y es mucho más espectacular el segundo que el primero. En el Éxodo escuchamos la salvación física de un pueblo de su enemigo el Faraón. En la segunda escuchamos la salvación de la humanidad de su enemigo el Diablo, el pecado y la muerte. Ya no somos siervos, sino hermanos. La salvación de los perseguidores corporales no es nada comparada con la salvación del género humano. Lo que Adan y Eva rompieron el Señor lo restablece… y con mayor magnificencia. La salvación de Egipto sería recordada por los hijos de los Israelitas, la salvación en Cristo se actualiza en cada uno de nosotros. ¿De qué le serviría a uno salvar su cuerpo si pierde su alma?. Por eso es mucho más grande que el mismo Dios encarnado nos llame hermanos. Al final de esta lectura es la primera vez que el pueblo de Israel canta en la Biblia, ojalá cantásemos tu y yo la salvación

Podámosle a la Virgen, hoy especialmente, por nuestros enfermos y en cuanto notemos la enfermedad del alma o del cuerpo que acudamos a los sacerdotes de la Iglesia, no para que nos entierren sino para que nos den lo que administran: la salvación en Cristo Jesús.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid