San Lucas 10, 1-9: Hablemos de Jesús
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

 

Ya estoy en directo. Después de estos días participando en un “Cursillo de Cristiandad” tengo que decir que realmente vale la pena hacerlo, se palpa lo que es la Comunión de los Santos, se conoce a gente con ideales altos y a otros que los tienen más bajos pero quieren subirlos. Todo ha estado muy bien, algún amigo diría “¡Fenomenal!”. Pero -porque siempre hay que poner un pero-, lo que más me ha costado es estar cuatro días sin predicar (ayer celebré una de las Misas en las que no se predica en mi parroquia). No me cuesta estar cuatro días callado si estoy de ejercicios, pero pudiendo hablar no comentar el Evangelio me cuesta una rodilla y parte de otra. Cuando oigo a otro sacerdote predicar aprendo, pero además empiezo a pensar: “y yo hubiera dicho esto, y esto otro, y lo de más allá,…” Sé que es soberbia, pero cada uno tiene sus vicios. Creo que predicar a otros me ayuda a predicarme a mí y así ponerme las pilas.

“En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:

-«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.»” Me imagino que la labor de estos setenta y dos era ir hablando de Jesús donde llegasen y no la de buscar el menú del día más barato. Se pondrían en camino a hablar de Jesús. Ayer por la mañana, mirando el sagrario, pensaba que hablar de Jesús es apasionante.Comprendo al que le apasiona hablar de fútbol, de Fórmula 1 o de la cría del arenque; pero todo eso es aburridísimo comparado con hablar de Jesús. Porque hablar de Jesús es hablar de Él y de mi, de la gente que me encuentro y de la situación del mundo. Cuando se habla de Cristo uno no puede situarse desde la barrera, como quien habla de algún político o de algún famoso. Hablar de Cristo es hablar de lo que Cristo ha hecho en mi, de lo que he visto hacer en otros. Es hablar de ilusión, de optimismo, de metas altas, de ideales nobles. Es hablar de no estar solo y sacar el corazón del pecho para que todos puedan contemplarlo, con sus heridas, pero curadas por Él.

Por eso da cierta envidia San Lucas y el resto de los evangelistas. Fueron los elegidos por el Espíritu Santo para contarnos a miles de millones de personas a lo largo de los tiempos, la vida de Cristo, su “biografía autorizada”. Seguramente en esta vida no fueron conscientes, pero cuando desde el cielo contemplasen la difusión de sus escritos, la de corazones que han tocado, la de mesillas de noche que presiden y las de estanterías de día; seguramente se echaría a temblar y pensaría que Dios tendría que haber elegido mejor…, pero Dios sabe a quien elige, de qué instrumento se sirve para que el Espíritu Santo pueda actuar.

Seguramente si hoy te decides a hablar aun amigo, un compañero, un familiar…, de la vida de Cristo y de lo que ha hecho en la tuya pienses que es algo efímero, casi sin consecuencias. Pero si lo haces con fe, guiado por el Espíritu Santo, puede ser que perdure tanto como el Evangelio, aunque nadie se acuerde de ti.

Hablar de Cristo, no tengamos miedo ni pereza, disfrutar hablando de aquel que tanto nos quiere y tanto nos da…, que nos lo da todo.

La Virgen, buena madre, no pararía de hablar de su Hijo. Que sus labios sean los nuestros.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid