San Mateo 5, 17-19: Se cumplirá hasta la última letra o tilde de la Ley
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Dt 4,1.5-9;Sal 147; Mt 5,17-19

Pues vaya, ahora nos encontramos con esto. Creíamos haber quedado libres de todo cumplimiento legalizado, justificados por la fe sola, por la gracia y la misericordia, y resulta que volvemos para atrás. Hasta la última letra o tilde de la Ley. ¿Nos pondremos, a partir de ahora, hermosos sombreros y nos dejaremos tirabuzones?, ¿tendremos en casa un lavaplatos para todo lo que toque leche y otro para el resto de la vajilla?, ¿dejaremos un lugar libre en la mesa de las grandes celebraciones, en espera de que Elías vuelva del cielo?, ¿rezaremos cimbreándonos, en continuo movimiento del cuerpo? De cierto que es hermoso lo que hicieron los fariseos, y sus herederos únicos y totales, los judíos posteriores a la destrucción del templo de Jerusalén y a la dispersión del pueblo elegido. Pero ¿es eso lo nuestro? ¿Es esto lo que nos transmite Jesús en el evangelio de Mateo, el escrito más judeocristiano de todo el NT?

Caben muchas explicaciones a esas palabras, a esa tendencia del Jesús mateano. En los numerosísimos comentarios a este evangelio lo podemos ver. Mas me pregunto si no deberíamos leer esas palabras, y esa tendencia del evangelio de Mateo, en la enorme corriente del cumplimiento del AT en el NT. En Jesús es en donde se cumplen las Escrituras —y, es obvio, para los autores del NT las Escrituras son el AT, con una tendencia ya existente en los escritos finales del NT a considerar también las cartas de Pablo como Escritura sagrada—, sin que nosotros vayamos a escarbar acá o allá lo que nos interesa, puesto que el cumplimiento lo es del todo; no de esta o de la otra parte, la que más guste al compositor de alguna nueva escritura, como él quiera suponer. Cuando la Ley se resume en amor, amor a Dios y amor al prójimo, todo debe leerse desde ahí, no puedo andar haciendo elecciones en el amor: amaré a este, pero al otro no, amaré esta parte de Dios que me gusta, pero rechazaré, hasta odiarla, esta otra parte. Porque en el amor no hay partes. Se ama o no se ama. Se ama todo o no se ama nada ni a nadie, sea Dios sea creatura. El amor es, esencialmente, unidad de amor, de amor a Dios y de amor al prójimo, sin decirnos esta letra no, este tilde no. Es verdad que ahora, nosotros los cristianos viviremos la Ley de manera distinta a la de los fariseos y sus sucesores. Nunca será ya una Ley de cumplimiento, sino una Ley de gracia. El Señor nos la ha dado, nos ha hecho don de ella, y su centro está en esa gracia que derrama sobre nosotros. Gracia de amor y de misericordia. Gracia que nos justifica, ella, no nuestras acciones y méritos logrados en el cumplimiento exacto de normas, de letras y tildes. Aunque, sin duda ninguna, el cumplimiento de la Ley es gracia: véanse los capítulos 9 a 11 de la carta a los Romanos. El Misterio de la supervivencia del pueblo elegido hasta los últimos tiempos, como garante perpetuo de la Alianza de amor; una Alianza que, sin embargo, tiene su cumplimiento en Cristo. Porque, ¿cómo lo olvidaríamos?, el lugar definitivo hacia el que nos dirigimos es la Jerusalén celeste, pues en ella es donde Cristo resplandecerá en su segunda venida. Ahí está la tierra que el Señor nos va a dar. Lugar de vida eterna para cristianos, pero también para judíos; lugar del descanso para la humanidad entera.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid