San Juan 6,24-35: Vaciedad de criterios
Autor: Arquidiócesis  de Madrid
Parece que ya políticos, economistas y banqueros diversos se van de vacaciones. ¡Laus Deo!. Tal vez alguno de los que, como yo, tenemos vacaciones más bien escasas o ninguna y estamos en nuestro sitio trabajando, sin aire acondicionado y echando horas pues hay menos personal piense que no es para dar gracias a Dios. Que políticos, economistas y banqueros deberían estar en su puesto de trabajando ganándose el pan y arreglando el desaguisado que han montado en vez de estar mojándose las magras en la playa. Pero ¡Laus Deo!, que se vayan unos días y nos dejen en paz, ya volverán a fastidiarlo todo en septiembre. Espero que las páginas de los periódicos se llenen de noticias intrascendentes veraniegas y no se hable de economía en las páginas de política, de economía en las páginas judiciales, de economía en las páginas de economía y de economía en los anuncios por palabras. No todo es economía, ni tan siquiera lo más importante. La economía debería estar al servicio del hombre, no al revés.

«Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.» Lo que perdura, lo eterno, lo trascendente, eso es lo verdaderamente importante. y no nos dejan tiempo ni para pensarlo pues nos llenan la cabeza de economía o similares.

Nos lo recordaba el Papa en el Ángelus del domingo pasado: “Jesús no es un rey terrenal, que ejerce su dominio, sino un rey que sirve, que se acerca hasta el hombre para satisfacer no solo el hambre material, sino sobre todo un hambre más profundo, el hambre de orientación, de sentido, de verdad, el hambre de Dios.Queridos hermanos y hermanas, pidamos al Señor que nos ayude a redescubrir la importancia de alimentarnos no solo de pan, sino de verdad, de amor, de Cristo, del cuerpo de Cristo, participando fielmente y con gran conciencia de la Eucaristía, para estar cada vez más íntimamente unidos a Él. En efecto, no es el alimento eucarístico el que se transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a él acabamos por ser cambiados misteriosamente. Cristo nos alimenta uniéndonos a él; «nos atrae hacia sí» (Exhortación Apostólica Sacramentum caritatis, 70). Al mismo tiempo, oremos para que nunca le falte a nadie el pan necesario para una vida digna, y que se terminen las desigualdades no con las armas de la violencia, sino con el compartir y el amor. (Benedicto XVI, domingo 29 julio 2012)” En la Misa de hoy estamos haciendo algo verdaderamente importante para el mundo, fundamental, crucial y central. Mucho más que todas las reuniones de presidentes o ministros, de las cumbres que se pueden organizar para mirar al hombre desde arriba, Dios se abaja, se hace pan y se nos da: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»

Nos lo decía San Pablo: “Esto es lo que digo y aseguro en el Señor: que no andéis ya, como es el caso de los gentiles, que andan en la vaciedad de sus criterios. Dejad que el Espíritu renueve vuestra mentalidad, y vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas”. No podemos seguir preocupados de vaciedad en vaciedad y olvidarnos de lo realmente importante: nuestra salvación eterna.

“Y el hombre comió pan de ángeles.” Nos querrán despistar de lo importante, pero nosotros vamos a mantener despierta el alma y dispuesto el cuerpo para alabar, bendecir y dar gloria a Dios en la Santa Misa. No dejemos que nada nos despiste de lo fundamental. La crisis pasará, los partidos políticos cambiarán, nuestros problemas desaparecerán y Cristo, presente en el sagrario, será el mismo ayer, hoy y siempre.

En algunos campamento organizábamos un juego con los niños que consistía en un partido de fútbol, pero a cada participante se le había puesto una especie de cucurucho de cartulina en la cara y no tenían visión lateral, sólo veían un punto son referencia espacial. Eso provoca que cuando veían venir el balón daban patadas al aire pensando que estaban chutando estupendamente, o se diesen patadas entre ellos al no calcular la distancia a la que estaban unos y otros. Mirar la vida por un canuto es tristísimo, nos deja sin perspectiva u lo más seguro es que caigamos al cielo. Mirar a Cristo en la Eucaristía es abrir nuestra vida a la eternidad, tener perspectiva, esperanza y por lo tanto, ganas de trabajar y darse por cambiar el mundo. Lo que parece imposible es posible. ¡Hagámoslo!

La Virgen María vería la grandeza de la redención, el acontecimiento de la cruz no era el final ni lo definitivo, por eso se mantenía en pie a pesar del dolor. Que ella nos mantenga en pie en cada momento de nuestra vida.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid