San Lucas 6, 27-38: Un escándalo.
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

¡Para haberme “mataó”! Ayer según llegaba a mi barrio, atravesaba una plaza con los semáforos en verde en mi sentido, cuando vi que un todoterreno cruzaba la calle (seis carriles), saltándose su semáforo en verde. No me preocupé, estaba lejos y yo iba despacio. Pero un autobús que estaba parado en el semáforo arrancó, yo me iba acercando pero pensé: “Tiene el semáforo rojo, no avanzará”. Pero avanzar..avanzó. Como estaba casi encima tuve que dar un frenazo y tocarle la bocina. No pasó nada, el susto nos lo dimos los dos y seguimos. No me hubiera extrañado abollar el coche pues justo ayer -después de siete años-, acabé de pagarlo y dejó de ser del banco para ser mío. No suelo enfadarme conduciendo, y no me enfadé. Entendí que el conductor estaba algo despistado, vio avanzar al todoterreno y no pensó que se estaba saltando el semáforo, sino que lo tenía verde y avanzó. Me pidió disculpas y no pasó más, pero un mal ejemplo puede hacer mucho daño.

“A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que
os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.” Aunque nos parezca en ocasiones que no es así, la gente tiene en la cabeza que los cristianos aman hasta a sus enemigos. Es lo que piensan de un buen cristiano, aunque ellos sean unos odiadores natos. Por eso los pecados contra la caridad (los odios, los recelos, la meledicencia, las críticas, los cotilleos, la murmuración,…), no sólo matan nuestra alma, sino que pueden escandalizar mucho y que otros “se salten el semáforo” pues los cristianos, expertos conductores de la caridad, nos lo saltamos. Muchas personas se confiesan de sus pecados, pero pocos se confiesan del escándalo que con ellos han podido producir. Un matrimonio que discute delante de sus hijos, una murmuración contra alguien tomando un café en el descanso del trabajo, un blog que más que crítico es ácido (y algunos lo hacen presumiendo de cristianos). Muchas veces me he encontrado con bautizados que han dejado de practicar por el mal ejemplo de un sacerdote, de un compañero de trabajo, de un familiar que les ha dado mal ejemplo.

“Si por cuestión de alimento peligra un hermano mío, nunca volveré a comer carne, para no ponerlo en peligro”. Hasta ese punto llega San Pablo por no escandalizar. Habla de algo permitido en nuestra fe, comer carne. Algunos que venían del paganismo tenían aún en su cabeza la idea del sacrificio de la carne a los ídolos y pensaban -al ver comer carne a los cristianos-, que también había sido ofrecida a los ídolos y se escandalizaban: “turbaban su conciencia insegura”. ¡Cuántas veces los que hemos estudiado algo de teología (o se han leído un folleto de diez páginas y se creen expertos en algún tema), hemos escandalizado a otros!. Y nos encerramos en nuestra soberbia sabiduría para no dar nuestro brazo a torcer y llamamos a los otros ignorantes, e incluso los despreciamos. Cuanto daño se ha hecho a la moral en los confesionarios, a la liturgia en las celebraciones. No hay más que pensar en cuántas tradiciones memorables, aunque fuesen populares y folclóricas, se han perdido por críticas y desprecios de “los entendidos”.

La Virgen, nuestra Madre, acoge a cada uno de sus hijos y no se escandaliza de nosotros y nuestro único escándalo con ella es que quiera tanto a su Hijo. Ojalá escandalicemos por exceso de amor.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid