San Lucas 12, 54-59: Juzgar lo que se debe hacer.
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Sin duda alguna uno de los momentos más difíciles de un sacerdote es cuando te piden consejo. Muchas veces las personas, hijos de Dios y de la Iglesia, no traen una cuestión simple o baladí. Son cuestiones que les afectan profundamente, que les lleva a plantearse su vida y su fe. No se puede ser superficial en esos momentos, ni tener prisa por “despachar” a la persona que viene. Hay que aprender a escuchar y pedir un montón de luces al Espíritu Santo para saber decir la palabra oportuna. No se pueden dar recetas ni despreciar el problema del otro. Te gustaría en ocasiones que todos tuvieran una claridad de conciencia tal que nunca tuviesen dudas o no tuvieran que preguntar…, ¡pero si yo mismo tengo que hacerlo en multitud de ocasiones! Además cuando estás pasando una mala racha, cuando estás en medio de la tormenta no es fácil tener un juicio claro. Desde fuera nos pueden ayudar.

“Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer?” Parecen muy duras las palabras de Jesús a la gente. Esta parte del Evangelio empieza diciendo que miles y miles le escuchaban y le preguntaban cosas. No es que Jesús se haya cansado del consultorio, pero sí pide que los que le escuchan no lo hagan como meros oyentes, sino que impliquen su vida. Cuando uno acude a pedir un consejo o lleva habitualmente dirección espiritual, sabe que no puede ir a “escuchar”, sino que tiene que ponerse en disposición de poner en práctica lo que el Espíritu Sano le vaya diciendo. hay personas, muchas, que van de sacerdote en sacerdote buscando a aquel que les diga lo que quieren oír. Tristemente no es difícil encontrar a alguno que nos de la razón en lo que sea y tranquilice nuestra conciencia, al menos un rato. Pero uno suele conocer un poco la fe, existe ese “olfato católico” que nos indica cuando algo no está de acuerdo con lo que Dios quiere o está evidentemente mal, por mucho que un sacerdote te diga que es indiferente o que está bien. La fe y la moral no la construye la Iglesia en cada momento según las circunstancias: “Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo”. El juicio recto de la conciencia es seguir a Cristo, escuchar a Cristo, amar a Cristo y configurar nuestra vida con la suya. Hay situaciones trágicas, pero esas tampoco están lejos del corazón de Cristo y tampoco de la Iglesia que siempre es nuestra madre.

Tenemos que pedirle al Señor claridad de juicio para aceptar las indicaciones que nos llegan y para saber darlas. Cuando pienso en la difícil tarea de educar a los hijos de tantos padres en la parroquia me parece que necesitan una especial gracia del Espíritu Santo…, especialmente el padre que tengo ahora delante.

Que la Virgen nos ayude a todos a interpretar el tiempo presente desde Cristo.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid