San Mateo 8, 5-11: No soy quién
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Espero que en unas horas firmemos el acta de recepción de obra y en unas semanas el cardenal pueda consagrar el templo. Cuando miro el templo y pienso que cuatro años atrás allí sólo había un solar, un cura y nada más ,me doy cuenta de cómo hace las cosas el Señor, a pesar de elegir instrumentos torpes e inútiles. No es que yo haya conseguido construir un templo, es que Dios se empeñó en construir el templo con los medios que contaba, aunque fuese con mi torpeza. Pero me puso mucha buena gente alrededor y estupendos profesionales que se han encargado que esto saliese adelante y espero que también se encargue de que se vaya pagando en los próximos veinte años.

«Señor, no soy quien para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mí criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven” y viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace.» Estas palabras del centurión que repetimos todos los días en la Santa Misa antes de comulgar son una realidad, tan cierta como que estás leyendo este comentario. Si nos damos cuenta muchas veces exigimos cosas a Dios que tiene que hacer “para mí”. Le decimos a Dios: “Oye Dios, que rezo, que voy a Misa, que me sacrifico, que soy bueno…, tienes que concederme esto o lo otro porque YO soy bueno.” Pero esa no es la manera de pedir a Dios. Para aprender a pedir hay que saber que Dios nos quiere bien, mejor que nadie. Que está deseando que seamos felices y que lleguemos al cielo. A Dios no tenemos que convencerle de que nos debe nada pues nos lo ha dado todo. Es más, mirando nuestra vida, por muy mal que nos vaya y por muchos problemas que tengamos tendríamos que mirar a Dios a la cara y decirle: “Y a pesar de todo me quieres, luego no me falta nada. Y aunque con el amor de Dios me basta, me atrevo a pedirte que por tu bondad y misericordia me concedas esto que te pido…”

Aprender a pedir es importante, pues nos daremos cuenta que tenemos mucho más de lo que necesitamos por muy poco que tengamos. Cuando hemos estado en una caseta de seis metros cuadrados hemos sido felices y lo seremos también en el nuevo templo. Pero es el Señor el que lo ha construido, para Él y para su gloria. En ocasiones pedimos cosas, Dios nos la concede y nos apartamos de Dios y entonces no hemos conseguido nada.

Hoy, o el próximo día que vayas a comulgar, piensa despacio esta frase del centurión. Vas a recibir el mayor don posible, el mismo Cuerpo de Cristo ¿Qué más necesitas? ¿Vas a seguir pensando que Dios te debe algo?

En este Adviento del año de la fe digámosle a la Virgen que nos enseñe a pedir y a darnos cuenta de lo que ya tenemos.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid