San Marcos 6, 1-6: Dejarse enseñar
Autor: Arquidiócesis  de Madrid



Martín Scorsese hizo una bellísima película sobre la soledad del desamor. La tituló: “Alicia ya no vive aquí”, una frase que en la vida real se da en tantos matrimonios rotos. “El amor es eterno mientras dura”, escribió el gran Vinicius de Moraes en una lúcida tarde de efímera pasión carioca. Para algunos la eternidad es cuestión de días, meses o, a más echar, de algún año. En muchos matrimonios abundan las infidelidades, malos tratos, pleitos conyugales que poco a poco van apagando el amor.
Pero, ¿qué es el amor? Marilyn Monroe dijo, en cierta ocasión, que amor era lo que sentía cuando alguien le ponía en el dedo una sortija de un millón de dólares.
Por supuesto, no nos referimos al amor basado en el interés, en el dinero, en el poder o en la fama, sino al amor verdadero que existe en las personas que se comprometieron a quererse y ayudarse en las buenas y en las malas.
Para mantener vivo este amor es necesario relacionarse. El éxito en el matrimonio depende, en gran parte, de una buena comunicación, mediante la cual la pareja se pueda abrir totalmente. Cuando falla ésta, porque algo no funciona bien, aparecen los problemas y se multiplican vertiginosamente.
Laura Johnson, psicóloga especializada en problemas de pareja, afirma que “el peligro de las relaciones conflictivas es que se cree un círculo vicioso; si no se busca una solución por el diálogo, un conflicto origina otro nuevo conflicto, pues cada uno de los cónyuges amplía e intensifica el antagonismo al reaccionar ante el comportamiento del otro con una conducta de castigo o defensa. Como consecuencia, se desarrolla una espiral de lucha en que ambos quedan atrapados”.
En la comunicación de las personas tienen que tenerse en cuenta la cultura, la formación, la situación actual, pues los hombres y las mujeres no son sólo ellos mismos; son el lugar en que han nacido, el piso en que han aprendido a andar, los juegos que han tenido de niños, los cotilleos que han oído por casualidad, los alimentos que han comido, los colegios a los que han asistido, los deportes que han practicado, los poemas que han leído y el Dios en quien han creído.
En el matrimonio que ha optado por el diálogo no tiene cabida la discusión. Se opta por escuchar y no por la pelea; por solucionar los problemas, no por dramatizarlos. Para ello, después de exponer los respectivos puntos de vista, es bueno contrastarlos, comprenderlos y analizarlos para llegar a un pacto, a un entendimiento. La importancia de decir “lo siento” es un acto de respeto hacia los sentimientos del otro, especialmente cuando se ha herido sin pretenderlo. Esto no significa que las opiniones de uno hayan sido anuladas o sometidas a la voluntad del otro. El diálogo ayuda para aprender a ceder, a rechazar la infidelidad, la mediocridad, el pesimismo, la desesperanza y el miedo. Quien ama, comparte la alegría, la ilusión, toda la vida.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid