San Mateo 5, 17-19: Otra vez mil perdones
Autor: Arquidiócesis  de Madrid



Una vez más os tengo que pedir perdón por teneros ayunos de comentarios durante unos días. Aunque en Cuaresma sea muy recomendable el ayuno no lo es nunca de la Palabra de Dios. Pero han sido días de locos, además del frío, la falta de Internet y todas las actividades de la parroquia, lo de la caldera de la parroquia ha sido un despropósito. Cuando por fin conseguimos que viniera alguien a ponerla en marcha faltaban los de la caldera, cuando vienen los de la caldera el quemador era de otra marca. Cuando llegan los del quemador por la tubería del gas salía aire (y el aire hasta ahora no combustiona), así que tenían que venir los de la distribuidora de gas. ¡Por fin hace dos horas hay agua caliente y calefacción! Aunque tengamos que graduarla manualmente, ya llegará la tecnología a cargárselo todo. Y pasado mañana nos ponen el ADSL, así que no tardaré 20 minutos en colgar el comentario con la conexión 3G. No es excusa pero entre el frío, la medio gripe y el enfado no estaba de humor cada vez que intentaba escribir el comentario . Así que os pido disculpas, pero estoy convencido que habéis rezado un montón por la Iglesia entera, por los Cardenales y por Benedicto XVI.

“No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud”. Os aseguro que después de dos meses y medio pasando más frío que un oso polar depilado en diciembre no encuentro ningún estado mayor de satisfacción que el que tengo en el despacho sin abrigo. Estoy deseando celebrar la Misa esta tarde y que no se me agarroten los dedos o sentarme en el confesionario sin dar vueltas a la estola por el cuello. Exagero, pero os aseguro que los que hemos pasado algo de frío aquí nos damos cuenta que las cosas más normales y corrientes, las más pequeñas. Son las que más alegría dan…, lo pequeño es muy importante. Por eso la plenitud que el Señor nos da no creo que sea algo muy extraño, será vivir plenamente lo más humano y lo más divino que vivimos aquí. Amar y ser amado en plenitud, servir hasta el extremo, alegría plena sin sombra de tristeza, ocupaciones sin preocupaciones. Por eso, cuando no enseñamos a vivir en cristiano estamos privando a el otro o a nosotros mismos de disfrutar plenamente. En el amor no hay exageraciones ni cosas pequeñas.

“Guárdate muy bien de olvidar los sucesos que vieron tus ojos, que no se aparten de tu memoria mientras vivas; cuéntaselos a tus hijos y nietos.” Seguramente en un mes, o a más tardar dentro de un año, se nos habrá olvidado el frío que pasamos en esta parroquia, por supuesto mi sucesor no tendrá ni idea. Pero si el Señor me concede un corazón compasivo y una memoria mediana, os aseguro que cuando vea a una persona sin techo, durmiendo en la calle, no podré pasar indiferente. Cuando cada uno hacemos memoria de la misericordia que Dios ha tenido con los hombres, con la Iglesia y con cada una de nuestras vidas, no podremos permanecer indiferentes ante cada insinuación de Dios. Si se nos olvida y empezamos a creernos que somos buenos porque sí, entonces despreciaremos los mandamientos de Dios.

La Virgen, Madre de la Iglesia, también nos colma de ternuras y atenciones. Ella protegerá a la Iglesia y, aunque escuchemos tantas tonterías que se dicen sobre el Cónclave, con nuestra oración acompañará al Espíritu Santo para que tengamos un Papa Santo…, otro más que llevamos una buena colección en este último siglo. Y otra vez mil perdones, el jueves me hacen una pequeña operación al lado de un ojo, pero espero escribir antes.
Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid