San Juan 11,45-57: La conspiración
Autor: Arquidiócesis  de Madrid



El Sanedrín era una especie de tribunal supremo de los judíos. Lo constituían 70 personas más el sumo sacerdote. Algunos venían de entre los fariseos y otros de entre los saduceos, con notable influencia de los sacerdotes del templo. Hoy leemos como se decide proceder contra Jesús. Están preocupados porque interpretan que Jesús promueve una especie de sedición política que conllevará una reacción romana y, por tanto pueden quedarse sin Templo y sin nación. Todo eso sucederá mas tarde y no fue causado por el cristianismo. Por eso las explicaciones dadas en el Sanedrín más parecen una justificación que no un motivo. La verdadera causa parece residir en estas palabras: “Si lo dejamos seguir, todos creerá en él”.

Todo esto sucede después que Jesús resucitara a Lázaro. Aquel milagro causó un gran impacto. Se nos dice que mucha gente acudía a Betania y que, al ver lo que había sucedido, creían en Cristo. Jesús atraía con sus palabras y también con los milagros que realizaba. Su lenguaje misericordioso y su amor que transformaba a las personas no pasaban desapercibidas para la gente. Igualmente él llevaba a su cumplimiento las promesas del Antiguo Testamento. Por eso no es extraño que las autoridades religiosas, que no veían cómo toda su organización corría peligro, lo vieran como un enemigo. Pero Jesús no era el enemigo, sino el Salvador.

En el evangelio de hoy se nos muestra como el Señor en ningún momento ha anulado la libertad humana. Por el contrario, son su actuación, lo que hace es ponernos en juego. Ante su persona hay que tomar una decisión. Es muy difícil permanecer indiferente. Las máximas autoridades religiosas decidieron darle muerte. El evangelista señala que Caifás, el sumo sacerdote, habló proféticamente diciendo que era mejor que un hombre muriera por todo el pueblo. No es ironía, sino la realización del plan de Dios que se vale de las actuaciones de los hombres. El mismo evangelista nos señala que la muerte de Cristo había de traer la salvación para el pueblo, la del pecado, y al mismo tiempo para todos los que estaban dispersos.

Nuestra libertad, que se vuelve contra Dios mediante el pecado, no es un obstáculo para el plan de salvación. La libertad de Cristo sale a su encuentro ofreciéndose como sacrifico en el ara de la Cruz. De ese sacrificio vendrá también la sanación de nuestra libertad. Se trata de un misterio de amor. Ahora que vamos a iniciar la Semana Santa somos invitados a abrir nuestro corazón. El evangelio de hoy nos muestra hasta qué punto es posible resistirse a la gracia. Por eso hemos de procurar vivir estos días con mucha humildad, acompañando al Señor e intentando comprender todo lo que hace por nosotros.

A partir de mañana tendremos la oportunidad de sumergirnos de cerca en los acontecimientos de la pasión. Pidamos al Señor que nos ayude a vivir intensamente esos días, acompañándolo en su camino de entrega por nosotros. Que Él nos conceda poder darnos cuenta de cómo nos ha amado para que también nosotros sepamos responderle con nuestro amor. Es un misterio tan grande que necesitamos de su ayuda para comprenderlo.
Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid