San Juan 14, 1-6:
La adoptadora de difuntos

Autor: Arquidiócesis  de Madrid

 

 

En Argentina una señora me dijo: yo me dedico a adoptar los muertos de mis amigos y conocidos. Notó que la miraba con cara extraña, porque hoy en día te encuentras con extravagancias de todas clases y corrió a explicarse. Me dijo que cuando veía que alguien moría y en aquella familia no había fe ella asumía la responsabilidad de pedir por los difuntos. Aquella mujer me iluminó un poco más una de las obras de misericordia espirituales que dice “orar por vivos y difuntos”. Igual que damos de comer al hambriento, también hay que estar atentos a las necesidades espirituales de los que han muerto y nadie pide por ellos. Son indigentes de la gracia.

Esa idea también me la sugiere el hecho de que, estos días, la Iglesia es más generosa con las indulgencias. Sería largo explicarlas aquí, pero es oportuno, si el sacerdote no nos lo explica, preguntarle. Al igual que hay días dedicados a la Caridad, o la lucha contra el Hambre, y de ninguna manera pretenden esas conmemoraciones que nos olvidemos de los pobres el resto del año, también pasa con los difuntos.

Hoy pedimos con mayor intensidad por los que ya han muerto. Es un recordatorio para intensificar la oración estos días pero, también, para no olvidarla el resto del año. Cada día entran almas en el Purgatorio y nuestras oraciones pueden contribuir a que, también a diario, salgan unas cuantas para entrar en el cielo. Nuestra oración por los muertos no sólo puede contribuir grandemente a que aumente antes el número de los santos sino que también fortalece nuestra unión con la Iglesia purgante y con la triunfante. Afinaza esos lazos espirituales por la comunión de los santos y fortalece nuestra esperanza de participar un día del gozo del cielo.

Atendiendo al evangelio de hoy vemos también que nuestra oración por los fieles difuntos nos une íntimamente a un trabajo del Señor. Dice que sube al cielo a prepararnos un lugar. Por tanto su deseo es tenernos para siempre junto a Él. El Señor añora nuestra presencia. Su amor le ha conducido a esa situación. De ahí que prepare nuestra llegada. Las múltiples estancias que hay en la casa del Padre se van llenando. Seguramente alguna vez hemos pagado el billete de autobús o tren a alguien para que pueda reunirse con sus familiares o volver a su país. Por la oración hacemos algo más grande, porque ayudamos a alguien a llegar a la vida eterna.

La solidaridad lleva a muchas personas a la acción loable de adoptar niños en países en vías de desarrollo. Eso establece un vínculo de afecto y el compromiso de velar por una persona concreta y su desarrollo integral. Como aquella mujer argentina también hemos de descubrir la grandeza de adoptar difuntos. Desde pequeño mi abuelo me enseñó a pedir cada día por las ánimas del purgatorio y, desde hace un tiempo, he descubierto la conveniencia de ofrecer alguna de las misas que celebro.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid