San Mateo 6, 7-15:
Otra vez

Autor: Arquidiócesis  de Madrid  



Isaías 55, 10-11, Sal 33, 4-5. 6-7. 16-17. 18-19, San Mateo 6, 7-15

Ya está servida la polémica. Con esta frase empiezan muchas de las noticias que relatan el “documental” que James Cameron ha realizado afirmando que ha encontrado que ha encontrado la tumba de Jesús y, además, la de un hijo suyo. Sin duda lo difundirán por activo y por pasivo, a tiempo y a destiempo, y se llenará la televisión de imágenes y comentarios. Las palabras de hoy son las imágenes. El “lo he visto en la televisión” parece que convierte cualquier cosa en Palabra de Dios, indiscutible e irrefutable. En esta época en que las imágenes se pueden falsear más que nunca y, hasta el más torpe, puede con photoshop poner a su novia con el cuerpo del maestro Yoda, sin embargo creemos más que nunca en las imágenes, y convertimos las teorías en pilares del conocimiento. Estamos más llenos de imágenes que de palabras, en esta cuaresma habría que hacer un alto.

“Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso.” Ojalá usásemos menos palabras para casi todo (este comentario ocuparía una cuarta parte), pero especialmente para hablar de Dios y para hablar con Dios. Con tanta imagen, aunque sean efectos especiales, hemos perdido el sentido del Misterio. Ante Dios más vale muchas veces callar. El Misterio es encontrarse con quien sabemos que es más grande, mucho más grande, que nosotros, y dejamos que en nosotros surja el asombro. Ya decía el Papa hace no mucho tiempo que una de las formas de ateismo moderno es privar a Dios de su ser Dios, hacerle un buen hombre, una persona de ideales altos y nobles, un amiguete, pero poco más. Quien no se acerca a Dios de rodillas será incapaz de llegar hasta Él. La humanidad sigue con su afán de querer ser como dioses, pero Dios sigue empeñado en ser Dios y Padre.

La oración de hoy es sencilla, y a la par muy complicada. Recemos el Padrenuestro despacio, sin prisas, paladeando cada palabra, cada expresión. Podríamos quedarnos en el “Padre nuestro del cielo” y quedarnos embobados en ese misterio hasta la Pascua del 2017. A muchos santos se les ha hecho esta oración bastante para toda una vida. Y es que la Palabra de Dios no es manipulable, interpretable o deformable (aunque nos empeñemos en manipularla, interpretarla y deformarla), pues “así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mi vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.” El ateo más recalcitrante, el materialista más empecinado, puede sentir que su vida da un vuelco completo si deja que la Palabra de Dios inunde su corazón. Nosotros, al menos yo, pobres pecadores que una y otra vez tropezamos en la misma piedra, podemos de verdad convertirnos si, con sinceridad y sin trabas, nos ponemos en manos de nuestro Padre Dios y si, como nos recomienda el Santo Padre, contemplamos la llaga del costado de Cristo, abierta por amor a cada uno en concreto. Entonces cada uno podremos exclamar: “Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.”

En mi oración de hoy incluiré a todos los que no creen, los que no quieren creer, los que quieren hacer daño a la Iglesia y a la fe, para que un día se encuentren con esa Palabra que verdaderamente da vida y abandonen tanta palabrería que sólo lleva al desasosiego y a la muerte del alma.

María, madre de todos, madre de Cristo, ayúdanos a disfrutar de la palabra de Dios, a vivir como hijos de ese Padre nuestro que tanto nos quiere y nunca nos olvida.
Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid