San Juan 18,1-19,42:
Postrados

Autor: Arquidiócesis  de Madrid   

 

 

Isaías 52,13-53,12, Sal 30, 2 y 6. 12-13.15-16.17 y 25, Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9, san Juan 18,1-19,42

Los oficios de hoy comienzan con los sacerdotes postrados en el suelo, en silencio. Tirados por tierra, como un despojo, como un poco de basura olvidada por los barrenderos. Después escuchamos el relato de la Pasión y adoramos la cruz. ¡Adorar la Cruz! Es una verdadera locura. La pasión no puede gustar a nadie, ni al mismo Cristo le agradaba: “Si es posible pase de mí este cáliz, pero no se haga lo que yo quiero.”

La Eucaristía es el memorial de la pasión, muerte, resurrección y ascensión de Cristo. No es plato de gusto, aunque es el tesoro de la Iglesia. Hace años, durante unos ejercicios espirituales, un joven no quería asistir a la Misa de ese día. Había muerto un chaval que conocía y al que estaba ayudando. Eso le afectó mucho y alegaba que no tenía nada que celebrar ese día. El Padre Jesuita que predicaba los ejercicios le dijo: “Mira, aquí no vienes a celebrar nada tuyo. Vienes a celebrar a Cristo, que ha cargado con los dolores de ese chaval y con todos los sufrimientos del mundo.” La Eucaristía no es nuestra, al igual que Jesús no elige la pasión más cómoda, la muerte de Cristo es así pues así son los dolores de toda la humanidad. En cuanto empiece a apretar el calor vendrán las feligresas bienintencionadas y me aconsejarán que no use casulla, que da mucho calor. Puestos a elegir diría la Misa en traje de baño y en la piscina, pero si eso significa que he hecho la Misa más “cómoda” significará que no he entendido en absoluto lo que es la Misa, lo que significa la Pasión. Otros se empeñan en que llena la Misa de gestos y de cosas extrañas a la liturgia para hacerla “más significativa y cercana.” Por ese criterio el Quijote en dibujos animados le da mil vueltas a la obra de Cervantes.

Postrados, desde abajo, es la única manera de contemplar la cruz. Sólo desde el que se pone al servicio de la lo que la Iglesia celebra podrá entender la liturgia y lo que celebramos cada día, excepto hoy y mañana. Quien quiera hacer entendible la cruz significaría que tendría la respuesta al misterio del mal, del dolor, del pecado y de la muerte. Por eso la cruz sólo es entendible con Cristo que se sujeta con los clavos del amor, sin él es un instrumento de tortura al que no se puede contemplar sin una mueca de desagrado. Amo la liturgia, aunque me ponen de los nervios los liturgistas, pues me ayuda a centrarme en lo que estoy haciendo, a seguir el camino que une a toda la Iglesia, a hacer algo de lo que no soy dueño ni animador, sino pobre y humilde servidor.

Postrados, ante cualquier otro sería un gesto de servilismo intolerable. Ante Cristo en la cruz los sacerdotes no somos sino alfombras para que los demás puedan acercarse a ese costado abierto del que brota toda la Gracia de Dios que se derrama en su Iglesia, a la fuente de la misericordia. ¿Pero es digno del hombre vivir postrados? Sólo ante Dios, pues entonces Dios pone su mirada en el hombre y le “levanta del polvo.”

Por eso María está en pie al lado de la cruz, pues nunca apartó su mirada de Jesús, ni Dios de ella. Pidámosle a nuestra Madre, hoy dolorosa, que podamos, hoy y siempre, mirar a la Cristo en la cruz.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid