San Juan 6, 1-15:
El prejuicio

Autor: Arquidiócesis  de Madrid    

 

Hechos de los apóstoles 5, 34-42 , Sal 26, 1. 4. 13-14, san Juan 6, 1-15

En mi experiencia como profesor he constatado que las mayores dificultades para aceptar el cristianismo no provienen de razones sólidas ni de argumentos más o menos elaborados sino directamente de prejuicios. Más de un autor racionalista ha negado la historicidad de los evangelios simplemente porque, a priori, había decidido que los milagros eran imposibles. De esa manera habían cancelado, sin tener en cuenta los hechos históricos ni atender a la experiencia, la posibilidad de la encarnación. Como habían decidido por su cuenta y riesgo que Dios no podía entrar en la historia el cristianismo no podía ser verdadero. Derribaban la torre antes de ser construida. Así, por ejemplo, el milagro de la multiplicación de los panes que leemos hoy no se lo creen. Lo interpretan en clave de solidaridad. Se nota que nunca han reunido a cinco mil personas hambrientas. Sería más coherente que negaran el hambre.

En la primera lectura de hoy encontramos a un hombre sensato: Gamaliel. El Sanedrín había decidido impedir la predicación de los apóstoles. Como la enseñanza cristiana se desviaba de la ortodoxia judía lo mejor, en su pensamiento, era prohibir su difusión. Frente a esa actitud Gamaliel argumenta: “Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se dispersarán; pero, si es cosa de Dios, no lograréis dispersarlos, y os expondríais a luchar contra Dios”.

El prejuicio destruye la realidad antes de que se manifieste. Las cosas son lo que son y nada es imposible si proviene de Dios. El Concilio Vaticano II habló de atención a los signos de los tiempos. Sin embargo la historia de los últimos tiempos señala que mucha gente, y no sólo de fuera de la Iglesia, han vivido esa petición con una profunda incapacidad. No sucede lo que nosotros queremos y mucho menos cuando se trata de la historia de la salvación. Hay que reconocer los fenómenos y aceptarlos.

¿Es eso siempre válido? Gamaliel, en su argumentación, incluye un inciso interesante: “En el caso presente, mi consejo es este”. Interesante punto porque indica que aun no viendo lo sobrenatural tampoco descubre en la predicación de los apóstoles nada que atente contra el hombre o su razón. Hay cosas que simplemente hay que apartarse de ellas porque son irracionales, pero ese no es el caso del cristianismo. Como recordó Benedicto XVI en su célebre discurso de Ratisbona, nada de Dios puede estar contra la razón. Puede superarla o abrirle nuevos horizontes, pero no negarla.

Si lo que hemos dicho es aplicable a muchos ataques que se hacen contra la Iglesia y su mensaje, y nos previene intelectualmente contra ellos, también podemos intentar sacar una lectura intraeclesial. ¿Por qué, a veces nos cuesta reconocer y aceptar con alegría los dones que el Espíritu Santo suscita? Incluso entre gente bien pensante y, al menos formalmente, piadosa, hay una actitud de sospecha contra todo lo nuevo. Si no niega la razón ni se opone a la ortodoxia de la fe hay que dejar que las cosas tengan su vida propia. Si no son de Dios desaparecerán y de eso hay suficientes testimonios de la historia. Pero si es algo querido de Dios entonces, oponiéndonos a esos fenómenos, estamos yendo directamente contra Él.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid