S
an Juan 16, 20-23a:
¡Cállate!

Autor: Arquidiócesis  de Madrid  

 

 

Hechos de los apóstoles 18, 9-18, Sal 46, 2-3. 4-5. 6-7, san Juan 16, 20-23a

Estoy fastidiando al Webmaster, ya no son horas, pero hay días que se tercian así.

“No temas, sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo, y nadie se atreverá a hacerte daño; muchos de esta ciudad son pueblo mío.” ¡Qué verdad es! Llevo hablando cinco horas seguidas. He intentado consolar a unos chavales por la muerte de su madre hace unos años, he intentado arreglar un matrimonio (dos, siempre se dan en parejas), y he echado la charla al chaval que tengo viviendo en mi casa y parece que no quiere hacer nada por su futuro (un par de horas), y antes de que mi cama me llame a gritos (que lo hace), me siento delante de este maldito teclado.

“No temas, sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo, y nadie se atreverá a hacerte daño; muchos de esta ciudad son pueblo mío.” Hay que hablar, caiga quien caiga. (Ese es el título de un programa de televisión que se mete con cualquiera y no les dicen nada). Tenemos mucha más gente a favor de lo que paree, de lo que no están de acuerdo es con la mediocridad y con el engaño. Cada día me digo más a mi mismo, no hay que intentar convencer, hay que ser como se es. Mañana los curas (y feligreses informados), estaremos pendientes de una tilde, si la lectora (en algún caso lector). Lee: “Entonces agarraron a Sóstenes;” o lee: “Entonces agarraron a Sostenes” (que por cierto es como aparece en la lectura del Arzobispado de Madrid), y habrá más de una sonrisa o carcajada. El que lea Sostenes o sostenes, ¿qué más da?, seguramente el que se ría es porque no se ha atrevido a leer, luego entonces que se calle. ¿Y a qué viene esto?

“También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada.” Estoy en la crisis esa de los cuarenta, todo lo veo negativo, no me queda tabaco, he tenido que hablar con mucha gente mucho rato, hace tiempo que me siento como triste. Pero, he sacudido la cabeza como mi perra cuando se moja, y he decidido no estar más tiempo triste. “Enfadado” Sí. “Mosqueado” Sí”. “Despistado” También. Pero nadie me quitará mi alegría (el Obispo y el vicario tiene muchas bazas, pero espero que ni ellos), pues luego no tendré que preguntar nada. Seguro que los que ahora lo están pasando mal, por cosas grandes o pequeñas, se paran a pensar que nada les va a parar su vida, seguirán para adelante.

Pablo se afeitó la cabeza porque había hecho un voto. Ayer me corté el pelo (mi único pelo), y ya estoy como Pablo. Vamos a pedirle a la Virgen que nuestra alegría sea completa y nadie nos engañe. Que cuando nos digan ¡cállate! Y que no hablemos del amor de Dios a su Iglesia y a cada uno de nosotros, podamos pensar de parte de Dios: “No temas, sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo, y nadie se atreverá a hacerte daño; muchos de esta ciudad son pueblo mío.” Sin miedos, ni tristezas: para delante.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid