S
an Juan 17, 11b-19:
La carpeta "cosas"

Autor: Arquidiócesis  de Madrid  

 

 

Hechos de los apóstoles 20, 28-38 , Sal 67, 29-30. 33-35a. 35b y 36c, san Juan 17, 11b-19

Varias veces en estos comentarios hablo de las ventajas y desventajas de los ordenadores, ya que supongo que los lectores son asiduos usuarios de estos inventos. Estoy convencido que si ahora minimizas todas tus aplicaciones te encontrarás un escritorio como el mío, lleno de iconos por todas partes. Casi cualquier aplicación nuevo, un documento que estamos trabajando, un archivo que hemos recibido, etc. lo dejamos en el escritorio para tenerlo más a mano, y al final eso acaba siendo un galimatías donde no encuentras nada. Windows los quita solo si quieres, pero te suele quitar los que no quieres que borre. Al final yo hago una carpeta que llamo “cosas” donde los voy guardando, para revisarla cuando tenga tiempo. Es como barrer y meter la basura debajo de la alfombra, pero el escritorio se ve limpio. Sería sencillo que el ordenador usase unos criterios para guardar todo tipo de archivos y lo hiciese automáticamente, aunque luego nos acordásemos de la parienta de todos los informáticos a la hora de buscar un archivo concreto.

“Ya sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos. Por eso, estad alerta: acordaos que durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra de gracia, que tiene poder para construiros y daros parte en la herencia de los santos.” Creo que la comparación no es muy gloriosa, pero la Iglesia es como un gigantesco ordenador en que cada uno quiere ordenar las cosas a su manera y decidir lo que es o no es importante, sin caer en la cuenta que el único administrador es el Espíritu Santo. Por eso mucha gente buena que se acerca a la Iglesia no entiende nada, como un neófito en informática al descubrir un escritorio lleno de iconos. Puede escuchar a un sacerdote despotricar contra la jerarquía, sin darse cuenta que para ese laico que le escucha el cura es jerarquía. Puede oír una homilía sobre el rigorismo de la Iglesia y descubrir con asombro que no se siguen la mitad de las normas litúrgicas y nadie viene a meterlo en la cárcel. La imagen que para muchos da la Iglesia es la de un caos informe, sin saber dónde dirigir el ratón para intentar descubrir el disco duro.

Esto lo permite el Espíritu Santo pues Dios es un amante celoso de la libertad. Los que se alejan de la Iglesia suelen hacer su propia cuenta de usuario, con contraseña, para que sólo entren sus amigos. De vez en cuando algunos de los usuarios del ordenador se dan cuenta que hay un criterio de orden, que si no nos ponemos a inventar cosas podemos usar todos los recursos del cacharro y las cosas son más sencillas de lo que parece a simple vista. Otros se empeñan en imponer su criterio y, después de unos años sin que ese icono sirviese para nada, acaba en la carpeta “cosas,” olvidadas de todos menos de los estudiantes de historia. En definitiva, para todos los que se hayan perdido y se estén a punto de cerrar el comentario y ponerse a limpiar su escritorio, que como no sintamos, vivamos, amemos y estemos en la Iglesia católica la vida en principio nos puede parecer mejor organizada, pero acabará siendo un caos.

“Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros.” Vivir la unidad en la Iglesia es vivir bajo la guía del Espíritu Santo, el que busca la confrontación o vive en la sospecha permanente, no está bajo la acción del Espíritu.

Nuestra Madre la Virgen no sabía informática (evidentemente), pero el orden de su vida lo dejó a la voluntad de Dios, por eso jamás tuvo que “limpiar su escritorio.” Algunos dicen que eso es ser tonto o sumiso, yo lo llamo ser humilde, y en la Iglesia tiene que ser humilde desde el Papa al último monaguillo. Que el Espíritu Santo nos lo conceda.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid