San Mateo 13, 31-35:
La Fuente de la Rotonda y el Becerro de Neón

Autor: Arquidiócesis  de Madrid  

 

 

Éx 32, 15-24.30-34; Sal 105; Mt 13, 31-35

Cerca del lugar donde me encuentro, junto a una rotonda, hay una fuente de tres caños. En torno a ella pueden aparcar, a lo sumo, dos automóviles, pero siempre hay gente recogiendo agua en bidones. Hemos convertido en un juego cotidiano el hacer apuestas, cuando nos acercamos, sobre cuántos automóviles habrá aparcados en doble fila atascando el tráfico para que sus ocupantes recojan agua de la fuente… ¡Y todos los días nos quedamos cortos! Ocho, nueve, diez… ¡Tendríais que ver los jaleos que se forman! He intentado averiguar el secreto de semejante agua (quizá sea la fuente de la eterna juventud, y yo no la he descubierto; o quizá cure alguna enfermedad terrible, como las hemorroides…), pero, con tanto gallego es imposible averiguarlo. Le pregunté a Vilma, la dueña del Hotel y la mejor cocinera de Galicia: “¿Por qué hay siempre tantas personas en esa fuente?”, y me respondió en “gallego”: “¡Para coger agua!”…

Sin embargo, la fuente me ha hecho rezar y soñar. He soñado que veía yo a los automóviles detenerse delante de las iglesias, y sus ocupantes salían para hacer una visita al Santísimo o para confesarse; he soñado con unos atascos maravillosos junto a las parroquias, las capillas, los santuarios… Junto a todas esas fuentes por las que mana el agua de Vida eterna… Y me he dado cuenta, leyendo las lecturas de hoy, de que aquel pecado de los hebreos es muy actual: el hombre sigue dando a las criaturas todo aquello que le niega a Dios.

Los jóvenes han empapelado sus dormitorios con pósters de cantantes y actores, a quienes por no rezar les cantan, pero en muchos de esos dormitorios no hay ni un Crucifijo ni una imagen de la Virgen. Miles de personas aguardan colas interminables durante toda la noche para asistir a un concierto de Rock o a un partido de fútbol, pero veo a la gente abandonar la cola del confesonario cuando hay que esperar más de diez minutos. Otros muchos pueden estar bailando hasta que amanezca, pero pocos de ellos estarían dispuestos a velar al Santísimo Sacramento una noche entera. Muchos madrugan para hacer footing y tener el cuerpo “en forma”, pero son menos quienes madrugan para alabar a Dios. Muchos hay que ayunan para no engordar, pero sólo unos pocos ayunan para reparar por los pecados. Muchos imitan a actores, actrices y cantantes (ellos “marcan la moda”), pero son menos quienes quieren imitar a Jesús o a su Madre Santísima. Muchos (¡muchísimos!) dedican varias horas al día a rendir culto al televisor… Y apenas unos minutos (¡si acaso!) a la oración.

“Cambiaron su gloria por la imagen de un toro que come hierba”… Lo que le niegan a Dios, se lo dan a un ser mostrenco que -para que me entiendas- “caga coles”.

Anda, vamos tú y yo, sin perder el buen humor, pero conscientes de la gravedad de cada pecado, a reparar unidos a María. Dejemos a los toros comer hierba en paz, y démosle a Dios el tributo que sólo a Él pertenece.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid