San
Lucas 1, 26-38:
Deja que te corrijan

Autor: Arquidiócesis  de Madrid    

 

 

Génesis 3, 9-15. 20; Sal 97, 1. 2-3ab. 3c-4; Efesios 1, 3-6. 11-12; Lucas 1, 26-38 

 

Infidelidades siempre las habrá, conozco, y me duele mucho, matrimonios que se han roto, como conozco, y me duele tanto o más, compañeros sacerdotes que han dejado su ministerio. No quiero echar la cuenta de unos y otros. ¿Pero por qué lo han hecho? En un primer momento, hasta los propios implicados suelen decir que es culpa de lo mas vistoso: el sexo. El sacerdote no comprendía el celibato, al casado ya no le satisfacía su cónyuge. Sin embargo, cuando profundizas un poco se constata que en un noventa por ciento alto de los casos la infidelidad es sólo una consecuencia de algo más profundo: el sentirse corregido y, por ende, humillado. Surge entonces, impetuoso algo terrible: la soberbia.


Hace algo más de una semana que hemos comenzado el tiempo de Adviento. A lo mejor con el nuevo año litúrgico hiciste unos propósitos, decidiste cambiar. Miras ahora tu vida, es igual o peor que hace unos días. La propia vida te corrige y eso te humilla.
Ahora tú decides. Puedes ir por el camino más vistoso: “Esto no es para mí. No valgo. No soy capaz. Dios no me pedirá esto…” y, puedes, como Adán tras comer el fruto del árbol, tener miedo de Dios y esconderte de Él. Éste sería el camino del cobarde. Seguramente de la pequeña humillación de hoy, si decides tomar este camino, broten las grandes infidelidades del mañana.
Otro camino: el de María Inmaculada. Ella, que tenía la claridad de juicio que da la falta del pecado original, se humilla ante la grandeza de Dios. Pero no es la suya una humildad cheposa y falsa; es la humildad de fiarse plenamente de Dios. La humildad de no comprender “¿Cómo será eso si no conozco varón?” pero, al tiempo, la humildad de fiarse de los caminos de Dios: “hágase en mí, según tu palabra”.
Sigue le camino de tu Madre. Confía. Cierto que “Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo para que fuésemos santos e irreprochables”; pero cuando venga Cristo tendrá muchos motivos para reprocharnos algo, ¡tantas cosas!. Eres, somos, reprochables. Dios en la vida nos dará cien mil correcciones pues “Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos”. Serán correcciones de Padre, que pone en pie a su hijo una y mil veces hasta que comienza a andar. Que vigila sus pasos torpes, sus carreras hacia sitios insospechados, sus caídas de bruces. Que le espera hasta la madrugada cuando- jovencito inconsciente- no quiere volver a casa. Y junto al Padre, la Madre que le dice a nuestro Padre Dios: “Ten paciencia, yo sé que le cuesta, pero llegará el día en que todas estas cosas las haga bien”.
Fíate hoy de María, no seas soberbio. Pon en su regazo tus propósitos incumplidos, tus humillaciones, tus fracasos y vuelve otra vez a intentarlo.
(Por cierto, no olvides que si humilla el sentirse corregido es mucho más costoso corregir. A la Segunda persona de la Trinidad le costó nacer en un pesebre, palpar las consecuencias del pecado y morir en la cruz. Te corrige con cariño, no le huyas.)

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid