San Lucas 1, 39-45:
La prisas

Autor: Arquidiócesis  de Madrid     

 

En las parroquias en las que se tenga en Adviento la costumbre de poner la corona hoy se ha encendido la última vela, ha llegado el último domingo, nos queda poco tiempo.
María y José también apretarán el paso para poder llegar a Belén y prepararlo todo para el nacimiento del niño. Será una especie de complejo por rezar ante las figuras del Belén, pero me era muy difícil el imaginar a la Virgen con prisas. En mi oración la Virgen tiene movimientos pausados, elegantes, casi imperceptibles, pero eficaces; una imagen algo hierática de nuestra Madre del cielo y no será porque no le demos trabajo sus hijos.
El Evangelio de hoy me ilumina “María se puso en camino y fue aprisa a la montaña”, no dice que fuese dando un paseito ni con la parsimonia de Mary Poppins; fue “aprisa”.
Hay algunas prisas malas, del que camina “a tontas y a locas” sin llegar nunca a ningún sitio concreto. Las prisas del desorden o del descuido que, después de perder el tiempo durante mucho rato, tiene que acabar algo de lo que tiene que hacer o que parezca que ha hecho algo. Esas prisas son malas y hay que huir de ellas pues nos descentran, nos ponen nerviosos, nos hacen perder la paz y en el fondo acaba uno el día agotado y cabreadillo.
María tiene prisa y es la prisa del que dice “aquí estoy yo para hacer tu voluntad”, la prisa que San Pablo indica cuando escribe “La caridad de Cristo me urge”, la prisa del corazón enamorado por ver terminada la obra del amado, la prisa del que se entrega y nunca le parece que ya ha hecho bastante. Esa prisa en buena, sana y da la paz.
Último domingo de Adviento… ¿Qué tipo de prisa has tenido por descubrir a Cristo en tu vida?. ¿Has caminado alocadamente sin saber tu destino de un lado a otro, sin propósitos concretos y te agobia el que llegue el día del parto?. Si es así, párate, respira profundo, coge aire y acomoda tu paso al paso de María y de José. Será un paso ligero, rápido, decidido y llegarás a Belén. Te guiará el amor a Dios y a los demás, te reconfortará el decirle al Señor “Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste” y sentirás que ya en tu camino “no nos alejaremos de ti”.
Último domingo de Adviento… aún nos quedan tres días para celebrar el nacimiento de Cristo. No te importe tener prisa de la buena y encontrarás la alegría y, como Isabel, podrás decir “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”; pues eres su hijo y tu madre del cielo tiene prisa por verte de una vez junto al niño-Dios, arrodillado a los pies del pesebre, habiéndote encontrado con la Alegría.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid