San Lucas 1, 26-38:
Un respiro

Autor: Arquidiócesis  de Madrid   

 

Isaías 7, 10-14; 8, 10; Sal 39, 7-8a. 8b-9. 10. 11 ; Hebreos 10, 4-10; san Lucas 1, 26-38

Todos los veranos suelo subir a lo alto de un monte a celebrar Misa en memoria de un salesiano amigo. Todos los veranos, cuando llego arriba, me acuerdo de Ricardo, el Salesiano, de San Juan Bosco, de los dos paquetes de Ducados que me fumé el día antes, del chuletón del día anterior, del michelín izquierdo y de lo bien que están situadas las Iglesias en medio de los pueblos y no en lo alto de los montes. Todos los veranos, cuando subo al monte, un amigo tiene ya preparado allí, en lo alto, un bocadillo de atún con pimientos que es una delicia: tras un par de mordiscos y un par de tientos a la bota de vino, se empieza de verdad a disfrutar del monte, de la altura que domina todo el paisaje, del aire que se respira (mucho más sano para fumarse un cigarrito en condiciones) y del celebrar la Eucaristía en incomparable marco e iniciar el descenso por la tarde, después de una buena comida.
La solemnidad de hoy, la Anunciación del Señor, es (salvadas las distancias, faltaría más) como el bocadillo de atún con pimientos de piquillo. Estamos avanzando en la Cuaresma, caminando hacia la cruz, descubriendo toda la dureza del camino, tropezándonos una y otra vez con nuestros pecados, raspándonos las piernas con las espinas de nuestras infidelidades, magullándonos con ese íntimo pavor a convertirnos de verdad y perder nuestros pequeños y absurdos tesoros. Parece que no tiene nada de agradable esto de la Cuaresma, además ya hemos vivido unas cuantas ¿y qué?, ¿Hemos cambiado alguna vez radicalmente nuestra vida?, ¿Hemos dejado de confesarnos de alguno de esos “pecados de siempre” después de alguna Cuaresma porque no lo cometamos más? ¿Nos han valido para algo tantas Cuaresmas anteriores?. Es algo parecido a lo que pasa a mitad de la montaña, empiezas a pensar que sería mejor hacer la Misa en la parroquia del pueblo, que así podría ir más gente, que es tontería después de tantos años seguir subiendo, que… Puedes tener toda la razón , pero el bocadillo de atún con pimientos, si te lo comes en tu cocina o en el mejor restaurante, no te sabe igual.
“Alégrate”, “No temas”, “El Espíritu Santo vendrá sobre ti”, son las palabras con las que el ángel Gabriel comienza sus frases a la Virgen y no se oyen igual desde el sofá del salón de tu casa. Si no estás caminando por la Cuaresma el anuncio más grande que la humanidad entera ha recibido, la noticia más impensable e inconmensurable de todos los tiempos, no te sabrá a nada, preferirás “comer” otra cosa.
Con la Solemnidad de hoy sabemos que no caminamos para nada, que seguimos a Dios hecho hombre y “entonces yo digo: ”. No sé si este camino de la Cuaresma será plenamente eficaz en mi vida, no sé si lo harán muchos o pocos, no sé si me cansaré antes de llegar al final. Pero si sé que si no camino nunca llegaré a la cumbre, si sé que lo hago en compañía de María mi Madre a la que no quiero dejar sola, sé que dentro de nueve meses celebraremos la Navidad y no será la misma sin esta Cuaresma de hoy, sé que el año que viene volveré a subir a la montaña y sé que -aunque yo no lo note-, cada año bajo distinto de este monte de la Cuaresma pues, de una manera o de otra, me he encontrado con la Cruz.
Gracias María por tu sí, que al Espíritu Santo yo nunca le diga no.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid