San Marcos 2, 18-22:
El diablo está desatado

Autor: Arquidiócesis  de Madrid    

 

Hebreos 5, 1-10; Sal 109, 1. 2. 3. 4; san Marcos 2, 18-22

Espero que este comentario no turbe las almas atribuladas. Pero creo que, a estas alturas, no pasará nada, bastantes sustos nos llevamos con las noticias del telediario.
Me voy a atrever a contarte una anécdota. El otro día un sacerdote amigo me contaba lo que le había ocurrido: una señora, que no era sospechosa de nada, una mujer normal, vaya, le había pedido agua bendita. Una buena dosis de agua bendita, me decía. “¿Y para qué la quieres?” “Pues verá usted, el otro día mi marido estaba durmiendo y me despertó, pero no porque roncara, es que con una voz un poco rara, que a mí, si le digo la verdad, me asustó, soltaba un taco y le decía al diablo que se fuera. Me quedé un poco sobrecogida, y traté a duras penas de conciliar otra vez el sueño, pero estaba que casi me costaba respirar. Por la mañana no le dije nada, tampoco era cuestión de sacar a relucir algo si él no se había dado cuenta, pero ya por la noche, al volver del trabajo, me dijo: ‘cariño, tengo que decirte una cosa que me pasó anoche’. Y yo ya no pude por menos de decirle: ‘ya lo sé, que has soñado con el diablo’. Y él me dijo que sí, que había sido horroroso. Así que deme agua bendita que a partir de esta noche echaré en la habitación para dormir más tranquilos”.
Mi amigo cura lo entendió, y yo también lo entendí perfectamente. El diablo existe. Si hay alguien que lo dude, pues mira, es problema suyo, pero es una realidad tan concreta y, desgraciadamente, a veces tan palpable, que le deja a uno parado. El diablo existe y actúa, a ver si no cómo está el patio.
Lo que ocurre es que, cuando uno saca a relucir esta cuestión, la gente tuerce el gesto, se pone incómoda, se monta su punto de incredulidad y te mira con una sonrisita como diciéndote que ya está bien de niñerías.
Bien sabían los contemporáneos de Jesús de la existencia de Satanás. Lo que ocurre es que aquellos hombres eran despreciables a la hora de no reconocer la acción de Jesús, su pasar haciendo el bien y transformando el ambiente y el corazón de quien estaba dispuesto a abrirlo a su persona. Por eso, porque buscaban una excusa para su mala conciencia, terminan haciendo lo de siempre: tratando de confundir lo malo con lo bueno. Y le hacen aliado del príncipe de las tinieblas. Esa es la típica acción diabólica. Echar sobre los otros las malas acciones que son propias de quien acusa. ¿No te suena a algo demasiado habitual en los tiempos que nos toca vivir?
Yo trato de llamar a las cosas por su nombre: a lo bueno bueno y a lo malo malo. No hay que llamarse a engaño, porque es hacerle el juego al “enemigo”. Y por eso, también utilizo el agua bendita, porque hay que mantenerlo a raya. Sigo para ello la recomendación de un buen amigo: antes de acostarme la señal de la cruz con agua bendita, y unas gotas en la habitación. Poquita, que es para ahuyentarlo, no para ahogarlo. Vamos a dejar cada cosa en su sitio, y a él lejos. Digo yo.