San Lucas 5, 27-32:
Consuelos

Autor: Arquidiócesis  de Madrid   

 

Isaías 58, 9b-14; Sal 85, 1-2. 3-4. 5-6; san Lucas 5, 27-32

Primer sábado de Cuaresma. Tendremos tiempo de seguir el camino de la cruz, pero en todo camino hay que tomarse un descanso, sentarse, imaginar la meta y recuperar fuerzas. Hoy, junto a nuestra madre la Virgen, es un buen momento para hacerlo.
A veces la parroquia es agotadora. Mucha gente pide, incluso exige, cosas diversas, cada uno se cree más importante que los demás e incluso se creen los “preferidos” del sacerdote. Sinceramente te hacen “la pelota” descaradamente, aunque cuando dices algo que no les gusta o no les concedes “privilegios” que creen tener, no tienen ningún reparo en apuñalarte por la espalda. El tener que estar siempre con la sonrisa en la cara agota y, a veces, sale el mal genio, “el gesto amenazador y la maledicencia.” Al menos en mi caso -y estoy convencido que en la mayoría de los sacerdotes-, después de un enfado el que peor me siento soy yo. Pienso que he tirado por la borda el trabajo de años o que no ha valido para nada, que gasto mi vida inútilmente para personas tan sólo interesadas en conseguir protagonismo. Pero entonces, cuando estás dándole vueltas a todo eso, llega una viejecita, un niño, alguien que casi no conoces y hace una buena confesión, una genuflexión hecha con esfuerzo pero con cariño, te cuenta algo de su vida que te ayuda a recordar para qué estás allí, quien te dijo: “Sígueme.” Recuerdas que Cristo “no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan” y olvidando la tontería del enfado anterior vuelves a trabajar (a vivir), con más ahínco y ganas que antes.
“El Señor te dará reposo permanente, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado.” Hoy podríamos hacer nuestra oración sobre los descansos que nos da el Señor. Muchas veces -y más en Cuaresma-, hablamos de trabajo, de conversión, de “hacer cosas,” y no está mal, hay mucho que hacer y mucho que cambiar. Pero también es necesario que descansemos, que “no olvidemos el primer amor,” que disfrutemos de Dios. No es egoísta pedirle a Dios que “alegre el alma de tu siervo” pues de esa alegría es de donde sacamos fuerzas para seguir gastando y perdiendo la vida. Hoy haz el esfuerzo de “olvidarte” de tu pecado y acuérdate de la misericordia que Dios ha tenido contigo. No hagas caso de los recuerdos de tus pasados fracaso y mira el campo que Dios pone ante ti para que lo trabajéis juntos, saca de tu cabeza a los que viven como enemigos de la cruz de Cristo o los que te exasperan y enfadan, y pide por todos los que Dios ha puesto en tu camino y te han ayudado, alentado y animado a seguirle, te han descubierto lo bella que es la vida y te han arrancado una sonrisa o secado unas lagrimillas.
¿Qué tienes muchas cosas en la cabeza?. Te recomiendo un “truco”: en tu oración de este sábado (intenta hacerla frente al sagrario, si no puedes en tu habitación, tu despacho, en el autobús o donde sea) haz presente a tu Madre la Virgen. Hoy no hagas una “sesuda reflexión,” sino una conversación con María. Verás que cuando le hablas de “los que te caen mal” parece que no presta atención, que “la aburres” con tus juicios y razonamientos. Pero cuando le hables de todo lo que Dios te ha dado y las personas que ha puesto en tu camino se le iluminará la cara y te dirá: “¿Y de este otro que tanto bien te hizo?, ¿Y de aquella vez que …?. Nuestra Madre sólo nos recuerda lo bueno que es Dios con nosotros y así podremos “descansar en Dios.” Haz la prueba.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid