San Mateo 5, 13-18:
¿Nos manifestamos?

Autor: Arquidiócesis  de Madrid  

 

san Pablo a los Corintios 1, 18-22; Sal 118, 129. 130. 131. 132. 133. 135; san Mateo 5, 13-18

Este mes de junio parece que en España vamos de manifestación en manifestación, y tiro porque me toca. Siempre es un buen tema para discutir: los cristianos como cristianos no pintan nada manifestándose; los cristianos como ciudadanos tienen derechos civiles y de protesta; con las manifestaciones no se avanza nada; manifestándose se puede cambiar la sociedad; etc., etc. Hay mil argumentos a favor y en contra que provocan discusiones, a veces acaloradísimas. Yo no soy especialmente amigo de las manifestaciones, las concentraciones de gente me espantan, aunque pienso que a veces hay motivos para aguantar con paciencia los inconvenientes de las multitudes.
“Vosotros sois la sal de la tierra.” Es cierto que la sal no se ve, actúa en todo el alimento, pero como se quede una “manifestación concentración” de sal en una parte del plato estropea toda la comida. (A no ser una lubina a la sal, que está buenísima, pero la sal se tira). Los cristianos tenemos el convencimiento de que no cambiamos el mundo a golpe de manifestaciones, los cristianos a los que sólo se les nota que son tales cuando están en masa con otros, te elevan la tensión y, normalmente, estropean el plato en el que participan. Son amigos de la pancarta, amantes del “slogan,” compañeros inseparables de la pañoleta, pero cuando llegan a su familia, su puesto de trabajo o el momento de la diversión y el ocio parece que jamás han pisado una iglesia, que nunca han escuchado el Evangelio y se quedan acomplejados ante la abrumadora mayoría de dos personas que se ríen de las creencias de los demás. Ese “cristianismo Starlux ” que da sabor a platos ajenos, pero que no se puede comer sólo, sabe asqueroso. No se puede ser cristiano exclusivamente de manifestación. De poco serviría asistir a una manifestación a favor de la familia y de la vida si los asistentes no se han planteado el ser generosos en sus familias, no abandonan el uso de métodos anticonceptivos y se ríen de las familias numerosas. Serían una sal sosa que “no sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.”
“Se enciende una vela (…) para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa.” También es cierto que no está nada mal que los cristianos se hagan presentes en la sociedad, que apoyen y promuevan las leyes justas y se quejen de aquellas que van contra el propio hombre o les priva de libertad. Que muchos cristianos y gente de bien que se creen en minoría ante la presión de ciertos “lobbys” sociales, descubran que no están solos ni somos tan raros como se nos quiere hacer creer. Habrá especialistas en hacer que esa luz no parezca que alumbre, que correrán a meterla debajo del celemín. Las estadísticas darán pequeñas variaciones (entre doscientas mil y millón y pico de personas, ¡cómo si fuese una pequeña variación sin importancia!), y se hablará de éxito o de fracaso, pero lo cierto será que la luz estará encendida, aunque quieran ocultarla.
Hoy parezco un político, dando la razón a unos y a otros. Lo cierto es que somos sal y luz y así tenemos que actuar. “En Cristo todas las promesas han recibido un “sí”. Y por él podemos responder “Amén” a Dios, para gloria suya.” Nos manifestemos o no nos manifestemos, sea un éxito o un fracaso de participación, nos traten bien o mal los poderes públicos, salgan adelante las leyes contra la familia y la vida o se deroguen…, de nada de eso va a depender la verdad de Cristo, del Evangelio y del hombre. Aunque sólo quedases tú como cristiano sobre la faz de la tierra, tu presencia sería una “manifestación de uno” continua, y serías la sal que daría sabor a Cristo a la vida de los que te rodean e iluminarías su existencia desde la Verdad de Dios, aunque estuvieses rodeado de tinieblas.
Vamos a pedirle hoy a María por la conversión de los pecadores, para que los que vivan a oscuras puedan llegar a la luz, para que tú y yo, manifestados o no, seamos santos.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid