San Lucas 1, 26-38:
De Reyes y Reinas

Autor: Arquidiócesis  de Madrid  

 

Leía ayer las declaraciones de un político comunista que, como es natural, ponía verde a la Iglesia a la que llamaba “una especie de gangrena y un parásito,” decía que le parecía muy mal que el Rey de España fuese a Misa en actos públicos. Bueno, aparte de constatar una vez más que para conseguir titulares lo mejor es meterse con la Iglesia, y que el discurso comunista tiene más bien poco que decir hoy por hoy, este político (al que yo consideraba medianamente sensato), le enfada que una persona al que se le da el título y el trato de rey, reconozca públicamente que hay Alguien que está por encima de él. No se dan cuenta estos que predican la soberanía del pueblo que la fe, antes que ser el opio del pueblo, es una llamada de humildad para todos: obreros, empresarios, reyes, Papas o presidentes del politburó, pues todos tendrán que rendir cuentas ante Dios y, por lo tanto, ninguno tiene la autoridad y el poder absoluto. A nosotros no nos importa que nos juzgue la historia (creo que a Stalin tampoco le quitaba el sueño), sino Dios. Santos en la Iglesia son desde San Luís rey de Francia a San Ceferino Giménez Maya, gitano leridano. Personalmente me da más confianza un rey de rodillas en un reclinatorio que un presidente bananero que se anuncia en latas de sardinas dedicadas a la ayuda humanitaria, como si fuese la salvación del mundo y de paso compra unos cuantos rifles para su labor igualatoria, efectivamente los muertos son todos iguales.

«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» La fiesta de hoy reconoce a “la esclava” el título de reina: Santa María virgen, Reina. Como todas las fiestas de nuestra madre del cielo es un día de gozo y de alegría. Dios hace posible lo imposible. En un pequeño pueblo, perdido en la inmensidad del poderío del imperio romano, en una pequeña casa, a una humilde mujer de su tiempo, Dios la elige para ser la madre de su Hijo. Y, desde la humildad de su respuesta y de la aceptación de la voluntad de Dios, se convierte en reina de cielos y tierra. No es un reinado que nace de la tiranía ni del poder, sino del amor de Dios.

Una reina que concede audiencia inmediata a ricos y pobres, nobles y plebeyos, ,niños y mayores. Una reina que nos hace palpar las palabras del salmo: “¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?. Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo.” Y elevar nuestro corazón en agradecimiento a Dios acompañando a nuestra reina.

Hoy es un día (como todos, pero hoy especialmente) para vivir un día real. Hoy puedes hacer tu rato de oración, rezar el rosario, leer el Evangelio, visitar a un enfermo, hacerte un huevo frito o tomarte una cerveza y un pincho de tortilla acompañado por la reina de cielos y tierra. Sin la molestia de los escoltas ni de las aglomeraciones hoy puedes estar todo el día paseando con María.

Demos gracias a Dios por su bondad y vivamos con gozo ese reinado de María que, desde el barrio más pobre de favelas brasileñas a los jardines del palacio de Buckingham, ha querido poner su trono.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid