San Mateo 13, 54-58:
La verdad que escandaliza

Autor: Arquidiócesis  de Madrid   

 

Jeremías 26, 1-9; Sal 68, 5. 8-10. 14 ; san Mateo 13, 54-58

“A ver si escuchan y se convierte cada cual de su mala conducta, y me arrepiento del mal que medito hacerles a causa de sus malas acciones”. Jeremías pasa a la acción. Como un guión de una gran película, llega el momento del desenlace. Ya no vemos al profeta quejarse, ni resulta timorato ante “lo que se le viene encima”. Sabe que Dios está con él y, como obediente mensajero, ha de transmitir al rey y los sacerdotes de Judá la denuncia de Yahvé por su falta de fidelidad.

“Y, cuando terminó Jeremías de decir cuanto el Señor le había mandado decir al pueblo, lo agarraron los sacerdotes y los profetas y el pueblo”. Mientras que en el cine las escenas de la película son observadas desde una butaca, la realidad es muy distinta. Este es el problema. Podemos imaginarnos cientos de situaciones distintas, incluso “vivir” ese montaje, creación de nuestra “cabecita loca”, como algo real, pero cuando alguien te dice: “¡Oye!, o estás de nuestro lado, o te largas”, entonces las cosas parecen cambiar. ¡Cuánto nos puede la opinión ajena! Ya sé que puedo ser un poco pesado redundando en estas consideraciones, pero son fundamentales… sobre todo para ti y para mí, que nos decimos cristianos, y que luchamos por ser coherentes.

“Eres reo de muerte. ¿Por qué profetizas en nombre del Señor?”. Alguna vez se nos ha podido pasar por la cabeza: “¿Es que vale la pena dar el pellejo por algo en que nadie cree?”, o, “¿pueden equivocarse tantos, cuando me dicen que eso de tener fe es algo trasnochado y pasado de moda, y que lo que importa es “vivir el momento?”. Si me preguntas qué es lo que nos ayuda a discernir si en algo estamos actuando correctamente o no, te respondería con otras preguntas: ¿Son los demás los que te salvan, o es Dios?, ¿viven coherentemente su fe aquellos que tratan de ayudarte, o proyectan sus frustraciones en ti para que les acompañes en sus fracasos?, ¿se encuentra Dios en esa recomendación por “vivir el momento”?

“¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros?”. No es que fueran unos ignorantes los que formulaban esta pregunta acerca de Jesús, sino que no podían soportar la verdad. ¡Sí!, la Verdad escandaliza, porque no se trata de “matar el tiempo”, o de: “ya vendrá otro mañana que nos contará una historia más divertida”. Se trata “simplemente” de comprender que, para vivir con sentido y ser feliz de verdad, hay que tener fe, y vivir en verdad.

“Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe”. Me he encontrado con muchas personas que aseguraban tenerme envidia al observar mi fe. La fe ni se observa, ni se la tiene envidia. O se tiene, o no se tiene. Y para tenerla, como don gratuito que es de Dios, hay que pedirla. Dios la concede a todos que se la piden con confianza y humildad. Decía san Pablo: “Dios quiere que todos los hombres se salven, y lleguen al conocimiento de la verdad”. No está diciendo “los más guapos”, “los más altos”, o “los más listos”. Cuando hace alusión a “todos”, se refiere a todos sin excepción, empezando por ti y por mí. Tener fe es saber que la verdad está en Dios, y no en nosotros. Tener fe es descubrir que la humildad no es vivir en el apocamiento, sino en la valentía de abandonarnos definitivamente en Dios. Tener fe no es vivir sin pecados, sino de limpiarlos con el agua de la misericordia de Dios. Tener fe es remover las montañas de la mentira, y asentar nuestro entendimiento y nuestra voluntad en la única e irrepetible Verdad: Cristo.

“¿No es su madre María”. Sí que lo es. Además, es también nuestra madre. Todo lo anteriormente dicho acerca de la fe le corresponde, de una manera preeminente, a la Virgen. ¿Se siente por ello más importante que las demás criaturas? Si miras los ojos de la Virgen descubrirás por qué Dios se fijo en la humillación de su esclava. Ella nunca tuvo vergüenza de confesar su fe, y aún menos a los pies de la Cruz de su Hijo… Y que los demás nos digan lo que quieran, aunque se escandalicen por tanto Amor de Dios.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid