San Juan 1, 45-5:
De oídas

Autor: Arquidiócesis  de Madrid   

 

Tan tranquilo estaba ayer en el confesionario (y tanto, no confesé a nadie), cuando se me acerca una señora y me pregunta si estaba mejor. Mejor ¿de qué?, me pregunté yo y no pude menos que preguntarle a ella. “De los hombres que el otro día le pegaron, según me han dicho.” Era la primera noticia de que alguien me había pegado pero así son las cosas, se empieza encontrando a unos ladrones en tu puerta y acabas batiéndote a mandobles contra el hampa. No sé si se aclaró sobre lo que había pasado y que nadie me había pagado, llevo siete años intentando explicarle que se dice el “Espíritu Santo Paráclito” y no el “Espíritu Santo parásito,” pero cada jueves surge la blasfemia ante el Santísimo. Pero a lo que vamos, la gente habla muchas veces “de oídas” y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia (también los que hablan “de leídas” que hay periódicos que sólo dicen dos verdades: la fecha y el precio).

“En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice: -«Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.» Natanael le replicó: -«¿De Nazaret puede salir algo bueno?»” El apóstol Bartolomé (Natanael para los amigos), también habla de oídas. De ese maestro que predicaba en su entorno sólo había oído que era de Nazaret y con eso le era bastante, de allí no podía venir nada bueno. ¡Cuánta gente habla de oídas!. En cuanto oyen las palabras iglesia, obispo, sacerdote, monja, parroquia, movimiento, etc.…, cierran sus oídos y sueltan el prejuicio. Ciertamente si mis únicas informaciones sobre la Iglesia fuesen las que dicen algunos no se me ocurriría ni pasar por delante de una ermita.

“Felipe le contestó: -«Ven y verás.»” ¡Qué bien inspiró el Espíritu Santo a Felipe! Las discusiones son muchas veces baldías e infecundas, sólo sirven para radicalizar posturas o tener acidez de estómago. ¿Quieres conocer la Iglesia? Ven y ve. ¿Quieres conocer a Jesucristo? Ven y ve. No hay que ir a ninguna parroquia especial, si Dios te quiere hablar al corazón lo hará en cualquier sitio, por muchos obstáculos que a veces pongamos los curas (cerrando las puertas, tantas veces). Entonces, si van con el corazón dispuesto a escuchar, descubrirán que Dios les conoce a cada uno, que antes de que nosotros lo viésemos el conoce hasta lo profundo de nuestro corazón y que nos quiere con locura. Hasta que no tengamos un encuentro real y verdadero con Jesús podremos hablar de Él de oídas, bien o mal, pero de oídas. Cuando podamos decir al Señor “¿De qué me conoces?” y escucharlo de sus labios, entonces no habrá Obispo enfadado, cura pederasta o monja voladora que nos aparte del amor de Cristo, cuánto menos sus enemigos.

Y para eso hace falta ser una persona “de verdad, ,sin engaño.” Tener lo que se llama rectitud de intención que llevó a tantos santos, desde San Pablo y San Agustín a Edith Stein, a encontrarse con la verdad, abrazarla y no abandonarla nunca. El cínico no puede encontrarse con Jesús.

Pidámosle a María esa gracia de encontrarnos con Jesús y de llevar a muchos a encontrarse con Él, será lo mejor que podamos hacer.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid