San Mateo 20, 1-16:
A los pies de la Virgen

Autor: Arquidiócesis  de Madrid   

 

Ezequiel 34, 1-11; Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6 ; san Mateo 20, 1-16

El pasado fin de semana pudimos ver (unos por televisión, otros tuvieron la fortuna de estar presentes), a Su Santidad Juan Pablo II a los pies de la Virgen en la gruta de Lourdes. Un Papa viejecito, débil, al que un ataque de tos desequilibra del reclinatorio y haciendo esfuerzos increíbles para hablar y trasmitir el Evangelio.
Como siempre algunos que habitualmente se autodenominan agnósticos, o por lo menos viven como si Dios no existiese, al ver esas imágenes se indignan y movidos por un aire compasivo me dicen: “Esto es inhumano.” “¿Cuándo vais a jubilar a ese hombre?.” “Debería dejar paso a gente más joven e irse a disfrutar de un merecido descanso.” No entienden nada pero les gusta opinar de todo.
“Cuando oscureció el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal.” ¿Qué hubiera pasado si alguno de los jornaleros a media mañana o al comienzo de la tarde se hubieran ido a comprar tabaco y no hubiera vuelto?. El Señor nos quiere en el sitio que Él nos pone y quiere que seamos fieles. La fidelidad no está de moda, se habla muy bien de ella mientras no haya que vivirla hasta sus últimas consecuencias. El Papa está en su sitio y está hasta que el Señor quiera. Aunque no pudiera hablar y su única predicación fuera la mirada tierna a nuestra Madre del Cielo y la oración por toda la Iglesia que nace de su corazón, estaría cumpliendo su llamada a ser pastor.
La primera lectura nos habla de los “malos pastores,” como estamos en periodo en que mucha gente está descansando y no estamos para malas noticias, nosotros vamos a fijarnos en los buenos pastores. “Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro.” El buen Pastor es solamente el Señor y los demás lo seremos en tanto en cuanto sea Él el que actúe por nosotros. No sólo vamos a pensar en los sacerdotes, ten en cuenta a los padres y las madres, religiosos y consagradas, a los maestros, a los amigos, los abuelos y todos aquellos y aquellas que pueden ser llamados por Cristo para enseñar a los otros el camino hacia el cielo.
A veces pensamos que nos faltan medios o capacidad. ¿Puedes rezar?. Pues ya tienes todos los medios y toda la capacidad necesaria. Y en la oración hay que ser fieles, hasta que el Señor nos llame a su lado. El que realmente ora, y es constante en su oración, hablará con la boca y con los actos. Los demás descubrirán en él a Cristo, al buen pastor, y le seguirán para llegar a Jesús. El que no reza siempre estará preocupado de la falta de medios o de fuerza, tendrá que hacer a su alrededor una campaña de “marketing” para caer bien y siempre estará preocupado de lo que los demás piensen de él o de no defraudarles. El hombre de oración no se preocupa por su imagen, pues la única imagen que quiere mostrar es la de Cristo, ni por sus fuerzas pues tiene la fortaleza del Señor, ni por lo que digan de él ya que el único juicio que le importa es el de Dios.
Lee despacio la primera lectura de hoy, pídele al Señor que jamás te tenga que hablar así y, si crees que te lo mereces, no te preocupes: Sea por la mañana, a mediodía o por la tarde siempre te puedes poner –como el Papa-, a los pies de la Virgen y dejar que sea Él el buen Pastor que actúa por tu medio.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid