San Juan 1, 45-51:
Los cimientos

Autor: Arquidiócesis  de Madrid   

 

Apocalipsis 21, 9b-14; Sal 144, 10-11. 12-13ab. 17-18 ; san Juan 1, 45-51

Uno de los dos templos de mi parroquia se sitúa en los bajos de un edificio de pisos. En la fachada han salido unas grietas y el ayuntamiento ha mandado una inspección técnica para descubrir el origen de las mismas. Estamos esperando el resultado de la inspección. Como sean los cimientos nos quedamos sin iglesia pues tendrían que levantarla entera y no queda digno celebrar Misa en medio de una zanja y con casco. ¡Espero que sea otro motivo pues no tenemos un euro ni para hacer la mudanza a quién sabe dónde!. Aunque si los cimientos están tan mal no se tratará sólo de un problema de “mal olor”, sino de algo mucho más preciso: puede venirse abajo el edificio entero.
Natanael (Bartolomé) es uno de los cimientos de la Iglesia: “La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero.” Podríamos pensar que el Señor para fundar su Iglesia eligió a doce superdotados, que Natanael era un nuevo “Cleóbulo de Lindos” con sus sabios compañeros de Grecia, un visionario o un místico. ¡Cuántas veces nos hablan de los Esenios, las cuevas de Qumrán y demás grupos de “elegidos” al hacer referencia a Jesús!. Parece que la Iglesia se fundó por una confabulación anti-judaica de extraños grupitos esotéricos.
“¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees?.” ¡Mírale! Uno de los basamentos de la Iglesia echándose una siestecita, tan ricamente a la sombra de una higuera. Encima criticón, “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” Pero esa cantidad de “defectos” son poca cosa comparadas con su confesión de fe: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel.” Esto no es una idea suya, es aceptar la Gracia de Dios, la inspiración del Espíritu Santo y dejar que lo que aparece en el corazón y la mente aflore en los labios.
La Iglesia se fundamenta en la sucesión apostólica. Los obispos no son los más piadosos, inteligentes, laboriosos, simpáticos y hermosos de todos los hijos de Dios. Seguramente cuando los vemos les sacamos mil y un defectos, y estoy convencido de que todos los obispos nos dirían muchísimas más deficiencias que no vemos. Nos pueden parecer cimientos débiles y culparles de tantas grietas que tiene la Iglesia.
Pero la auténtica base de la Iglesia es Jesucristo, la Gracia de Dios, la acción del Espíritu Santo que, por la ordenación, capacita a los obispos para sobrellevar el peso de la Iglesia. Exactamente igual tú y yo embelleceremos el edificio de la Iglesia en la medida en que seamos fieles a la Gracia de Dios y cumplamos su voluntad. En la Iglesia no hay superhombres, esos los dejamos para “Smallville” (esa serie en que aparece un joven Superman rodeado de criptonita). En la Iglesia sólo hay hombres y mujeres que procuran ser fieles a la Gracia y vivir de la mejor manera el encargo recibido, con la debilidad del pecado y la fuerza de la misericordia.
Puede ser que las grietas del edificio donde está el templo sean de los mismos ladrillos y, por eso son tan notorios, pero no hace falta excavar los cimientos, simplemente un “lavado de cara.”
Cuando llegue tu “Felipe” y te diga: “Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret” no mires las grietas del edificio de la Iglesia (que son las tuyas y las mías), mira el más hermoso ladrillo de este edificio, a nuestra Madre la Virgen y descubrirás el sólido fundamento que es Cristo al que nunca nada ni nadie podrá hundir.
Por los obispos rezamos todos los días en la Santa Misa. Redobla tu oración.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid