S
an Lucas 5, 1-11:
Para empezar el curso

Autor: Arquidiócesis  de Madrid   

 

san Pablo a los Corintios 3, 18-23; Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6 ; san Lucas 5, 1-11

No es la primera vez, y me alegro de ello, que me encuentro con este evangelio justo al iniciar el curso. Es lógico porque se repite cada año la misma semana del tiempo litúrgico que, más o menos, viene a caer por estos días. Y es algo que agradezco profundamente. La invitación del Señor “Rema mar adentro, y echad las redes para pescar”, es para mí un acicate. Pedro está cansado y frustrado porque no ha pescado nada. Era su profesión y sabía bien lo que se hacía. Debe ser tremendo pasarse la noche en la barca y no coger nada. Es como si un día vas a trabajar y no recibes tu jornal. No por nada, ni por una injusticia, sino porque tu trabajo, a pesar del esfuerzo ha sido tasado en nada. Esa debió de ser la sensación de Pedro y de sus compañeros.
También nosotros a veces pensamos que no vale la pena seguir intentando algo porque hasta ese momento lo hemos hecho con ahínco pero sin resultado. Fácilmente nos desanimamos. ¡Lo hemos probado tantas veces! Y, total, para nada. Todo sigue igual. Puede ser en el trabajo, en el apostolado o en las relaciones que mantenemos con otras personas. ¡Cuánta frustración!
El Evangelio recoge todo lo humano y, al mismo tiempo, muestra la respuesta verdadera desde los ojos de Dios. Jesús le dice a su Apóstol que vuelva a tirar las redes. Y, una vez más, nos cautiva la respuesta de Pedro: “por tu palabra, echaré las redes”. Pedro confía plenamente en el Señor y le obedece más allá de lo que él piensa. Se da cuenta de que Jesús sabe más y conoce, por experiencia, que el Señor siempre tiene razón.
Pero además, fijémonos en lo que dice Jesús. Por una parte le manda echar las redes, pero antes ha añadido: “rema mar adentro”. No sólo le pide el Señor que vuelva a intentar pescar sino que le indica dónde debe. En esa expresión podemos ver también como Jesús nos invita, en el inicio de este nuevo curso, a profundizar en las cosas, a abandonarnos más en Él; en definitiva, a ir hasta el fondo. En la medida que nos ponemos en sus manos, sin condicionamientos, totalmente, el fruto de nuestra entrega queda recompensado.
El otro día visité en Rimini una exposición sobre san Benito y el monacato. Se titulaba “Con nuestras manos pero con tu fuerza”. Mostraba dicha exposición todo lo que san Benito ha supuesto para Europa. Trabajaron mucho aquellos monjes para evangelizar el continente y, además, culturizarlo. Pero lo hicieron con la fuerza de Cristo. Lo mismo que Pedro en la pesca de ese día. Es más, en un momento de la exposición se mostraba como los monjes lo dejaban todo, el trabajo sin acabar, si habían de acudir a la iglesia para alguna hora litúrgica o para la Misa. Se mostraba así como el trabajo inconcluso del hombre es completado por Cristo.
El Evangelio de hoy nos enseña a hacerlo todo con Cristo. De esa manera podemos ir mucho más allá y, como san Benito, no sólo obtendremos mayores fruto sino que se nos dará el más importante: la santidad.
Que María, humilde esclava de Nazaret, nos ayude a no fiarnos de nuestras fuerzas ni a dejarnos desanimar por malas experiencias del pasado, para que sepamos abandonarnos del todo en Jesucristo y hacer las cosas en su nombre.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid