San Lucas 8, l–21:
El apagón

Autor: Arquidiócesis  de Madrid   

 

Esdras 6, 7-8. 12b. 14-20; Sal 121, 1-2. 3-4a. 4b-5 ; san Lucas 8, l–21

Ya estoy de vuelta en mi parroquia. Una de las primeras noticias que he recibido es que, mientras estuve fuera, hubo un apagón. La corriente eléctrica volvió con tanta energía (nunca ha venida tan al pelo una expresión así), que fundió completamente el ordenador del despacho. No ha sido solamente la fuente de alimentación (que es fácil de sustituir), se ha quemado el disco duro, la grabadora, disquetera, el procesador, …, es decir, nos ha quedado una carcasa preciosa. ¿Y no tenía copia de seguridad?. Seamos serios. ¿Quién, que se precie un poco, hace copias de seguridad regularmente?. Puedo conseguir los datos de hace dos años, que se me ocurrió hacer una copia, pero no creo que me salga el pelo que he perdido en ese tiempo. Por suerte lo que tienen los ordenadores son sólo datos. No por borrarse las listas de catequesis han desaparecido los niños. Se tardará más o menos, pero volveremos a tener todo lo que nos interesaba, y habremos quitado de en medio un montón de archivos guardados sin sentido.
“Mi madre y mis hermanos son éstos, los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra.” Una vez que hemos excavado hasta las raíces de la felicidad, de lo que se trata es de ir subiendo poco a poco, hasta contemplar el horizonte de una manera nueva. Para escalar hacen falta apoyos firmes y sólidos, donde reposar, coger impulso y poder seguir subiendo. Uno de estos apoyos es esta frase del Evangelio de hoy. A veces en nuestra vida, obscurecida por el pecado, nos puede parecer que no se puede “poner por obra” la Palabra de Dios. Nos puede parecer que eso es para “unos pocos” y nos contentamos con “ir tirando.”
Pero el Señor lo dice bien claro, también nos lo ha recordado el Papa en estos días: “sólo quien escucha la Palabra de Dios puede convertirse después en su anunciador.” Anuncio que no se hace sólo con la voz, sino, principalmente, con la vida. Es muy importante caer en la cuenta de estas “verdades de Perogrullo,” pero que cuando se nos olvidan nos impiden crecer en la vida cristiana. La palabra de Dios se puede poner en práctica.
En nuestra vida el pecado puede provocarnos “un apagón” y ver todo muy negro. O puede dar al trate con nuestros buenos propósitos y deseos de cambio que hemos traído del verano, o de unos días de retiro. Pero eso no significa que no se pueda vivir según Cristo. Tendremos que volver a empezar (aunque tendremos una experiencia acumulada de Dios que nadie nos podrá quitar y que nos facilitará mucho el volver a empezar a construir nuestra vida cristiana), nos daremos cuenta de la cantidad de “archivos” (costumbres, comodidades, caprichos, rutinas, …), que habíamos acumulado y que frenaban nuestra escalada hacia Dios. Y entonces caminaremos más ligeros hacia el Señor. No podemos quedarnos llorando sobre las cenizas de nuestro antiguo pecado, de igual forma que, por mucho que mire el ordenador no va a arreglarse. Habrá que ir al técnico y buscarle solución. Ten la confianza de que vivir la Palabra de Dios SIEMPRE se puede. Nos lo ha dicho el mismo Cristo, y Él sabe algo de eso.
Muchas veces he predicado este Evangelio haciendo notar esa especie de “despego” de Jesús hacia su madre. Hoy lo he mirado desde otro ángulo. ¿Te has fijado que siempre que aparece María en el Evangelio el Señor dice algo vital para sus hijos, especialmente los que más lo necesitan? Acógete a la sombra de la Virgen y siempre encontrarás palabras consoladoras de Cristo.

 

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid