San Lucas 13, 10-17:
Encorvados y sin poder enderezarnos
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

san Pablo a los Efesios 4, 32-5, 8; Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6 ; san Lucas 13, 10-17

“Habla una mujer que desde hacia dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar”. Era casi preciso empezar trayendo las palabras que el Evangelio de la Misa de hoy nos pone para nuestra consideración porque esa enfermedad, podría ser la enfermedad que la primera lectura también del día de hoy nos coloca delante de nuestros ojos: “la inmoralidad, la indecencia o afán de dinero”. Así llama San Pablo a los males de -¡qué casualidad!- aquellos tiempos; males que son los que, como a ésta mujer del Evangelio nos hace permanecer enfermos “a causa de un espíritu” que nos hace andar “encorvada, sin poderse enderezar”.
Estoy seguro que todos cuando leemos a San Pablo percibimos que sus textos podrían haber estado escritos esta mañana; o ser de un discurso del mes pasado del Papa o del Obispo de nuestra diócesis en una carta pastoral para el domingo de ésta semana: “meteos bien esto en la cabeza: -escribía San Pablo con una pluma que tiene veintiún siglos-: nadie que se da a la inmoralidad, a la indecencia o al afán de dinero, que es una idolatría, tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios”.
Podría parecer que San Pablo estuviera viendo por un agujerito nuestra actual sociedad. El hombre ha avanzado, como dice el famoso chotis “una barbaridad” en tecnologías, en ciencias médicas y prácticas. Pero el corazón del hombre es el mismo: ama a Dios o se hace idólatra. Ama la generosidad o ama el afán de dinero. Ama la pureza o ama la indecencia y la inmoralidad. Ésta consideración nos sirve para revalorizar todas las enseñanzas de la Escritura, de volver a hacer ciertas y aplicables al corazón del hombre sus máximas y sus consejos.
Aunque en cualquier caso, la autenticidad y el valor de la Escritura -no debemos olvidarlo- le viene por el hecho de su Autor que es, casualmente, el mismo que nos ha creado y que por tanto conoce el corazón del hombre, si se me permite la expresión, mejor que nadie; entre otras cosas, como digo, porque también ese corazón del hombre lo ha hecho El. Por lo tanto “de inmoralidad, indecencia o afán de dinero, ni hablar; es impropio de santos” -seguimos con el texto de San Pablo de hoy, quien más adelante añade-: “que nadie os engañe con argumentos especiosos; estas cosas son las que atraen el castigo de Dios sobre los rebeldes”.
El propósito es claro para hoy y no puede ser más preciosamente dicho que como nos lo escribe San Pablo: “Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor”.También puede ser ésta otra observación interesante. Fijaros cómo El Espíritu Santo -no digo ya San Pablo- es claro y duro con los que desoyen la voz del Señor, con los que viven de espaldas a sus mandatos -“; estas cosas son las que atraen el castigo de Dios sobre los rebeldes”-; pero, no sería justo hablar de Dios como quien busca el castigo o la perdición del hombre. Es todo lo contrario, Dios quiere que cada uno de nosotros seamos “como hijos queridos”; lo que más desea -también lo acabamos de leer– es que nosotros nos esforcemos por vivir “en el amor como Cristo os amó” ; y que cuando haya que sacrificarse o padecer por ser cristiano o comportarse con coherencia con nuestra fe -es decir, luchando contra la inmoralidad, la indecencia o el afán de dinero-entonces imitemos a Jesucristo que “se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor”.
Nos viene dado el propósito para el día de hoy leyendo el último versículo de la lectura de la carta a los Efesios que hoy nos hemos detenido a considerar: “caminad como hijos de la luz”

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid