San Lucas 14, 1-6:
Todos ganaron
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

san Pablo a los Filipenses 1, 1 - 11; Sal 110,1-2. 3-4. 5-6; san Lucas 14, 1-6

¡Ya lo decía! Tras unas elecciones todos han ganado. Como ganar todos significa que todos han perdido no hay ninguno que se auto-alabe excesivamente. Ahora dicen: “Es cosa del equipo,” “Sin ellos no hubiéramos obtenido este éxito.” Y un largo etcétera de frases que parecen nacidas de la humildad, pero que pondrán a temblar a todos sus colaboradores. A ver a quién despiden antes. Y es que el absolutismo, monárquico o constitucional, no está de moda. Lo mejor es ser un equipo para echar a otro las culpas de los fracasos. La verdad es que pocas veces podemos decir “yo lo he hecho” y ser sinceros, siempre habrá quien nos ha ayudado, inspirado o motivado para una determinada acción o idea. Pero eso no significa que no tengamos que arrostrar las consecuencias de los actos, todo lo contrario, somos más responsables ante los demás.

“Ésta es mi convicción: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús.” Inspirados en esta frase de San Pablo a los Filipenses se nos dice en el sacramento del Orden: “Él, que comenzó en ti esta obra buena, Él mismo la lleve a término.” Se podría decir en cualquier otro sacramento. Por supuesto esto no nos lleva a la dejadez, todo lo contrario. Somos colaboradores de Dios, instrumentos – a veces un tanto rebeldes-, en manos del mejor artista. La diferencia de las acciones de Dios con las empresas humanas es que Dios no nos va a despedir por nuestros fracasos. Él nos lo da todo: “Te basta mi Gracia,” pero, aunque a veces estemos despistados, adormilados e incluso nos volvamos contra Dios, no deja estar a nuestro lado para que terminemos buenamente la obra que Él mismo comenzó: nuestra santificación. Dios nunca, repito nunca, nos da la espalda. En malos momentos uno puede pensar que se ha equivocado en su vocación sacerdotal o religiosa, que su matrimonio es un fracaso, que no puede rezar o ser piadoso. Y efectivamente podrá salir a la calle y gritar: “Yo no puedo,” pero aquí no se trata de los que tú puedes, sino de lo que Dios puede en ti. Es cuando se palpa la realidad de esas palabras: “Sin mi no podéis hacer nada,” pero no significa que nuestra vida sea una ruina, significa que “para Dios no hay nada imposible.” Cuando uno se encierra en el “yo” se queda en nada, su vida es inútil y estéril. Como canta Alberto Cortez “sólo el que ama es capaz de decir tú.” “Y ésta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, a gloria y alabanza de Dios.” Sea alguien Obispo, monaguillo o fabricante de cepillos de dientes, cuando se busca a sí mismo se pierde. Cuando deja que todo sea para la gloria de Dios, hasta nuestros fracasos, entonces nunca perderá su vida.

“Si a uno de vosotros se le cae al pozo el hijo o el buey, ¿no lo saca en seguida, aunque sea sábado?” ¿Crees que hay algún pozo tan profundo que no llegué la mano de Dios? Nos sacará “en seguida,” mientras no intentemos salir nosotros solos, seguramente cavaremos hacia abajo.

La Virgen dejó que Dios terminase en ella la obra buena. Pídele a ella las luces para descubrir todo lo que Dios está haciendo en ti, y desterrar de una vez por todas el “yo.” Unidos a Dios sí que podemos decir: Todos ganamos.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid