San Marcos 13,24-32:
Mirar la higuera, no subirse a la parra
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Daniel 12, 1-3; Sal 15, 5 y 8. 9-10. 11; Hebreos 10, 11-14. 18; san Marcos 13,24-32

Jesús nos exhorta a estar atentos a los signos de los tiempos. Una de las dificultades de nuestro tiempo es la falta de atención. Nos fijamos en lo accidental y perdemos de vista lo importante. Pasa en todo: las formas de vestir invitan a olvidarse de la persona que se esconde tras los trapos, y en muchas cosas nos quedamos con lo deslumbrante sin caer en la cuenta de lo único que importa.

Una vez que fui a comprar zapatos le pregunté a la encargada cuáles eran los más vendidos. Me señaló unos y le pregunté el motivo. Me respondió que era porque los clientes encontraban la caja que los contenía muy atractiva. Era metálica y ciértamente bonita. Pero el envoltorio apartaba de lo que interesaba: los zapatos.

Para entender el evangelio de hoy no es preciso estudiar astronomía por más que el Señor nos hable del sol, la luna y las estrellas. Es una comparación para llamarnos a otra cosa, que es la atención sobre nuestra vida presente, sobre el día a día. De ahí la lección de la higuera.

Si aplicamos esta lección a nuestra vida, nos damos cuenta de que nuestro corazón muchas veces se muestra insatisfecho o vacío. ¿Qué deducimos de ahí? Lamentablemente algunos sacan la lección de que han de seguir dispersando su vida en una diversión superficial que les da una alegría momentánea pero no la felicidad. Si yo veo eso en mí, me doy cuenta, como el labriego que lee en los árboles, que he de recapacitar y volverme a Dios, donde está el sentido de mi vida. Hay que estar atentos a la propia vida espiritual, y eso no es nada fácil.

Dios ha puesto en nosotros la capacidad para tener autoconciencia, para examinarnos y percibir si estamos ante una vida lograda o perdida. ¿Por qué no hacemos caso del corazón?

Ciertamente Jesús nos habla hoy del final de los tiempos, de la consumación del mundo. Pero sería un error centrar nuestra vida espiritual en calibrar cuándo va a suceder eso. Supondría desviar de todo el problema. Porque el fin del mundo, además de ser consumación de la obra de Dios, me interesa por lo que atañe a mí. Y mi vida me la juego cada día, y por eso debo estar atento a lo que me pasa.

Ciertamente hay que estar atentos a las circunstancias de la historia y a la evolución de la sociedad, porque vivimos en este mundo. Pero también debemos saber reconocer las señales con las que Dios habla a cada uno de nosotros. Esas no siempre son inspiraciones directas. Muchas veces se muestran a través de signos periféricos que, bien leídos, nos resitúan en nuestra relación con el Creador.

Que la Virgen María nos ayude a estar atentos a nuestro corazón y a todo lo que sucede a nuestro alrededor.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid