San Lucas 18, 35-43:
Un ciego con vista
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Apocalipsis 1, 1-4; 2, 1-5a; Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6 ; san Lucas 18, 35-43

Una vez más el evangelio del día nos descubre nuestra situación y nos muestra cómo debemos actuar. Pasaba Jesús y había un mendigo. ¿Quién es mendigo? Es aquel que reúne dos condiciones, estar necesitado de algo y reconocerlo. Por eso el mendigo pide limosna. Y está a disposición de lo que quieran darle. El ciego de Jericó era mendigo, como nosotros, porque todos estamos necesitados de la misericordia de Dios. Nuestro drama es que no siempre somos capaces de reconocerlo y por ello dejamos de pedir.

Cuando aquel hombre sabe que Jesús está cerca, y lo sabe porque ha preguntado que es un detalle importante, se pone a gritar. Qué pide: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Pide compasión, es decir, que se hagan cargo de su situación. Es lo primero que pide y lo hace reconociendo el mesianismo de Jesús. Hijo de David, en efecto, era el título que sistetizaba las promesas hechas por Dios al pueblo de Israel. Al decir “Hijo de David”, el ciego reconoce que Jesús es el Mesías.

La gente le piden que se calle porque están dispuestos a reconocer que Jesús es alguien importante y les gusta a compañarlo. Podemos imaginarnos la situación, paseando Jericó arriba y Jericó abajo. Seguramente la ciudad, salvo sus murallas, no debía tener nada interesante, pero ellos paseaban junto a alguien importante y ese era su orgullo y su ocupación.

El ciego en cambio lo proclama Mesías. Le piden que calle y grita aún más. Es una lección muy interesante, porque muestra como por encima de todo, en nuestra vida espiritual y acción eclesial, sobretodo hemos de reconocer que Jesús es Dios, y estar contentos de ello.

Jesús se para. Quizás el Hijo del Hombre pensó: “por fin alguien sincero que es consciente de lo que pasa”. Lo cierto es que quiere hablar con él. Entonces Jesús le pregunta qué quiere. Y el ciego no pide una gran cantidad de dinero, que quizás le hubiera solucionado la vida durante unos cuantos días. Es consciente de su carencia fundamental y por eso va al grano. Él quiere ver, su verdadero problema es la falta de visión y no lo oculta. Él quiere estar con el Señor por un motivo claro: no ve y sabe que Jesús puede curarlo. Ante Dios las cosas siempre hand e estar claras, no se puede andar con tonterías.

Jesús en ese momento realiza el milagro que le piden y le cura. Y Jesús, que es bueno, lo hace ponderando la virtud del ciego. Le dice que ha sido por su fe. El ciego, que nos muestra una rectitud de intención ejemplar, en cuanto ve, lo que hace es glorificar a Jesús. Se cierra así toda una enseñanza. De su pobreza, que es la de todos nosotros, pasa a la alabanza, una vez que ha recibido el don. Es consciente de lo que es, y de lo que le ha sido dado. En todo momento ha conservado la certeza de su situación sin perder de vista a Dios, de quien lo recibe todo.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid