San Lucas 19, 11-28:
Los administradores del reino
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Apocalipsis 4, 1-11; Sal 150, 1-2. 3-4. 5 ; san Lucas 19, 11-28

El próximo domingo celebraremos la fiesta de Jesucristo Rey del Universo. Con ella se completa el año litúrgico. A pocos días de esa celebración se ofrece una enseñanza muy oportuna en el Evangelio de hoy. Empieza así: “Dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaba que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro”. Y a continuación viene la parábola que todos conocemos. Básicamente explica que, a la espera del reinado, Dios nos nombra administradores suyos. Es decir, nos advierte de que es bueno no olvidar que Él es el Rey, pero nos recuerda que nosotros también hemos de trabajar por él.

Esta parábola, además de hablarnos de los que administran las onzas de oro recibidas, a la espera del retorno del Señor, nos habla también de los ciudadanos que rechazan a su rey.  Ambas enseñanzas son de una gran actualidad, porque mientras muchos rechazan a Jesús y su Reino, otros tenemos la obligación de hacer rendir los dones que se nos han dado. Es fácil desanimarse viendo como muchos desertan de las filas del Señor y como naciones enteras que nacieron al abrigo de la fe se desentienden de su Dios. Quizás esa presión exterior, del ambiente, es la que movió al servidor holgazán para esconder su onza y no hacerla producir. Encontraría muchas excusas de esas que, a lo mejor, también utilizamos nosotros. Nos lo podemos imaginar diciendo: “estoy solo”, “qué difíciles son las circunstancias”, “ya hacemos bastante no poniéndonos contra Dios”, etc.

Pero precisamente, cuando las circunstancias son adversas es cuando hay que ser más fieles. Ya santa Teresa de Jesús hablaba de “tiempos recios”, porque era consciente de las dificultades. Pero a pesar de ello hizo rendir su onza. Lo mismo podemos pensar de los santos de todos los tiempos. Un santo no es aquel que encuentra unas circunstancias favorables sino el que, con independencia de estas, hace rendir los dones recibidos.

Cuando pensamos en los dones fácilmente nos quedamos con los materiales. Así uno piensa en su inteligencia, o en su capacidad de trabajo o en cosas semejantes. Estos son reales. Pero también lo hay sobrenaturales y hay que estar pendientes de ellos. Así debemos cuidar la vida de oración, la piedad y, por supuesto, las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Si estas se debilitan cae todo el edificio. Es más, en los tiempos de dificultad, fundamentalmente hay que fortalecer la fe y no dejar que se enfríe la caridad.

Que la Virgen María, Madre de la Nueva Evangelización, nos ayude a permanecer fieles a Jesús, nuestro Rey, y a trabajar con ahínco por la pronta instauración de su Reinado.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid