San Lucas 21, 5-11:
No tengaís pánico
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Apocalipsis 14, 14-19; Sal 95, 10. 11-12. 13 ; san Lucas 21, 5-11

Una de las barrenderas (ahora, empleadas del servicio municipal de limpieza), de uno de los países del este, se me puso a llorar. Entre sollozos, y el acento, no entendía lo que me decía, así que traté de tranquilizarla. Al final, su gran tragedia, era que no le tocaba la lotería. Comprendo que su trabajo es incómodo, pero trabaja menos horas que yo y gana más. Su gran frustración era no tener dinero, mucho dinero, y de golpe, o sea, sin dar golpe. Le daba miedo el mañana sin dinero y eso le hacía desgraciada, por lo que estaba bloqueada y ni disfrutaba del hoy, ni del mañana. Eso es algo parecido al pánico, el mayor miedo no es de lo que se ve, sino de lo que se teme. Por eso muchas veces el pánico es irracional, muy distinto del miedo.

“Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien “El momento está cerca”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.” El pánico no es cristiano. Hoy el santo padre comienza un viaje complicado, difícil y, parece ser, de bastante riesgo. La postura cómoda sería quedarse en casa y escribir unos folios para publicarlos en alguna página web, sin mayor riesgo para su persona que algunos insultos de los exaltados de siempre. El Papa sabe que su labor no es la de un párroco o un misionero en Turquía, que día a día hace su labor callada y costosísima. Pero el sucesor de Pedro sabe que su presencia puede alentar a esos sacerdotes, religiosos y religiosas, misioneros y misioneras seglares, a cada fiel católico en ese país. Lo importante de la visita del Papa no serán los discursos, ni los gestos. Lo fundamental será el aliento que esos fieles reciban de su Pastor en la tierra que, como el del cielo, no está lejos de sus hijos. El pánico a un atentado no coarta la libertad del Papa para estar donde tiene que estar (y le dejan), al igual que un padre puede tener miedo por el futuro de su hijo y hacer que lo defienda contra todos los peligros, pero no llegará al pánico de rechazar a sus hijos para él no tener que sufrir.

Cuando llegue “la hora de la siega” no podremos estar donde no tenemos que estar. Si ante el “qué dirán” o el “qué pensarán” nos entra el pánico y ocultamos nuestra condición de creyentes, nos habremos librado (o eso creeremos), de la burla de los hombres, pero llegará el día en que el Señor nos pregunte como a Adán “¿Dónde estás? Y tengamos también pánico de Dios. Ahora tengo que viajar mucho en el transporte público, cuando notas las miradas que algunos echan al alzacuellos me ayuda pensar, y rezar en ese momento, en la Iglesia perseguida, que no sólo se juegan una sonrisa burlona, sino la propia vida. ¿Y tú? Cuando llegas al trabajo, entre los amigos, en los momentos de diversión o incluso entre tu propia familia ¿sientes reparo en vivir como hijo de Dios y afirmarlo con serenidad, pero con firmeza? Piensa también en la Iglesia perseguida y no te dejes dominar por el pánico.

Nunca he visto una imagen de la Virgen asustada, siempre refleja serenidad, aun en medio del dolor de la Pasión de su Hijo. Pidámosle a ella paz, ,serenidad y por los frutos del Papa en Turquía.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid