San Lucas 21, 34-36:
Nochevieja
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Apocalipsis 22, 1-7; Sal 94, 1-2. 3-5. 6-7 ; san Lucas 21, 34-36

Es el último día del año (litúrgico). Pasará para muchos sin pena ni gloria. No tendrá ni comparación con la última noche del año civil, que se espera entre copas de champán y gran expectación ante el televisor para ver y oír las campanadas. La verdad es que la nochevieja no se celebra mucho en mi casa. El año pasado a las once de la noche estaba durmiendo como un bendito (al día siguiente trabajo) y al día siguiente algunos se escandalizaban de que no estuvieras en vela para comenzar el nuevo año con una resaca de campeonato. La noche de hoy estaré en una boda, así que sí comenzaré el año litúrgico con una buena cena (espero). Esta noche sí deberíamos estar en vela y, aunque durmamos lo que es necesario, marque todo el año que hoy empieza.

“Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.” Para el hombre de fe la vida es apasionante. Como en las películas clásicas sabes que el protagonista siempre gana, por muchos reveses que sufra a lo largo del filme. No por saber que el protagonista saldrá victorioso te duermes durante la película, o te marchas a mitad de la proyección. Los cristianos sabemos que Cristo ha vencido al mundo, que llegará su día y no se nos puede echar encima de repente. El protagonista de la vida del mundo es Cristo, pero quiere que nosotros seamos co-protagonistas con Él. ¿Qué nos deparará el año que empieza? No lo sabemos, no somos los guionistas de nuestra vida. Pero sí podemos saber cuál es nuestro papel. Mantenernos al lado de Cristo, “en pie ante el Hijo del Hombre,” a pesar de todo lo que está por venir. Al igual que los antiguos marineros se ataban al mástil para no ser arrojados al mar durante una tormenta, nosotros tenemos que aferrarnos a Jesús, y sabemos que, por muchos acontecimientos que sucedan a nuestro alrededor, no nos separaremos de Él, ni Él de nosotros.

¿Cómo se consigue esto? Lo primero intensificando nuestra vida de oración. Cada cual sabrá si tiene que mejorar en cantidad o en calidad. Después, cuando descubramos en la oración cuál es el lastre que a veces nos impide estar cerca de Cristo, desprendernos de el. Y una vez que nos veamos sólo con lo indispensable, ser humildes, para saber que nuestra fortaleza es prestada y entonces, inflamado nuestro corazón del amor de Dios, vivir la caridad entregándonos a nosotros mismos, para que los demás puedan conocer también a Dios, nuestro Padre.

Hoy termina un año, mañana comienza algo nuevo. No estemos despistados para darnos cuenta de todo lo que Dios nos quiere. María fue la único testigo de el comienzo del nuevo mundo, cuando Cristo se engendró en sus entrañas virginales. Nadie se dio cuenta, sólo ella. Pidámosle que nosotros estemos siempre despiertos y no se nos escapen los momentos más importantes de la vida.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid