San Lucas 10, 21-24:
Alianza de civilizaciones
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Isaías 1191-10; Sal 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17; Lucas 10, 21-24

Al presidente de España si hay algo que le guste, además del cargo, es lo que el llama la alianza de civilizaciones. Le encanta hablar de eso. Le preguntan sobre la economía, la familia, la educación o el paro y aprovecha para meter una cuñita sobre la alianza de las civilizaciones (eso en el caso de que conteste a algo, pero ese no es el tema). Claro que sería buenísimo un mundo mejor, en que todas las naciones se comprendiesen y entendiesen, pero eso no se consigue si no cambian las personas. No se puede creer que un país lleno de egoístas, materialistas, individualistas, pervertidos y envidiosos pueda entenderse con otra nación con el mismo contenido humano. O la sociedad ayuda a que haya mejores personas, y cada persona mejora la sociedad, o nunca se conseguirá nada.

“Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla.”  Podría parecer injusto el que Jesús diga que Dios Padre ha escondido cosas a algunos y se las ha enseñado a otros. Los “sabios y entendidos” son los que se creen que tienen derecho a saber, son exigentes y se adueñan de lo que conocen para manipularlo y usarlo a su antojo. Por eso no es que el Señor les esconda con mala intención algo, sino que son incapaces de descubrirlo. El ser cristiano no es unirnos a unas ideas, seguir una ideología o adquirir unos conocimientos. La “New Age” y otros movimientos esotéricos quieren hacerse dueños de un saber particular y escondido, que sólo consiguen los iniciados, los “sabios y entendidos.” Sin embargo el cristiano se aferra a Cristo, es Él el que nos ha amado primero, y se trata de descubrir el amor de Dios y amarle “con todo el corazón y con toda el alma.” No trata de poseerlo, ni de transformarlo, sino que se deja asombrar por Dios cada día, cada instante de su vida.

Por eso la Iglesia siempre tendrá enemigos. Quien quiera controlar a Dios se sentirá frustrado y enfadado. Y también tenemos que saber que cualquier promesa humana, cualquier paraíso que nos quieran presentar en la tierra, no será ni la sombra de un piojo reflejada en al mar comparado con lo que Dios tiene preparado para los que le aman. ¡” Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.”

Comenzando el Adviento tenemos que renovar nuestra esperanza en la segunda venida de Cristo, que nos encuentre entusiasmados con Él, sin que nuestra fe sea raquítica, rutinaria ni aburrida. Es tanto lo que ya se disfruta cuando pasamos un rato en la intimidad con Dios que imagínate lo que será el estar con Él toda la eternidad.

María si sabe acoger en su regazo a todos y cada uno de los hombres, por muy distintas civilizaciones a las que pertenezca, cuando confiesan la fe en su Hijo o intentan vivir según Dios. No nos movamos de su compañía.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid