San Mateo 9, 35-10, 1. 6-8:
Urgencias en el mundo de hoy
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Isaías 30, 19-21. 23-26; Sal 146, 1-2. 3-4. 5-6 ; an Mateo 9, 35-10, 1. 6-8

Jesús, “al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor”. Así empieza el Evangelio de la Misa de hoy, contándonos los sentimientos de Jesucristo al ver a tanta gente que va por la vida así: cansados, extenuados y, lo que es peor, desorientados, que esa es la situación de la oveja cuando no tiene pastor: no sabe donde está.

Es significativo que el Señor empiece fijándose en el cansancio y agotamiento de sus hijos y, luego, en el hecho de estar desorientados. Están así de fatigados y desfallecidos, porque no conocen el sentido que tiene su vida. Sí, tienen pastos, pueden comer y beber, pero, no saben a donde van, y esto es lo que más agota y desorienta. No encuentran el camino que, después de pastar, les conduzca al lugar definitivo, al “redil” casa definitiva del Padre del que habla el mismo Cristo en otros pasajes evangélicos. Porque si algo está claro es que todas las ovejas -todos nosotros-, nos damos cuenta de que no estamos en ésta vida para un eterno pastar.

El pensamiento que tiene el Señor a continuación, no hace sino ratificar estas consideraciones que venimos haciendo, “la mies es abundante, pero los trabajadores son pocos”. Efectivamente, hay muchas almas que se pierden, que no encuentran la senda o, por decirlo con una terminología clásica, que no van por el buen camino. Y esto no es que le suceda a dos o tres sino que “la mies es abundante”.

Después de pronunciar estas palabras, surgen del corazón del Señor otras que hacen referencia a todos nosotros, es decir, a todos los bautizados, a todos los cristianos, a todos los hijos de Dios en la Iglesia: “los trabajadores” para ayudar a tanta gente descarriada y orientar y reconducir hacia Cristo, son pocos. ¿Qué podemos hacer? Lo primero, “rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”, nos dice el Señor en el Evangelio de hoy: que cada vez haya más vocaciones de sacerdotes de religiosos y de seglares, y que se decidan seriamente a ser apóstoles del Señor.

Hace tan solo unas semanas se celebraba en Madrid el Congreso Nacional de Apostolado Seglar. Allí el Presidente de la Conferencia Episcopal Española en su discurso de clausura puso de relieve las “urgencias” que los seglares católicos deberían asumir. Entre ellas, “sentir y vivir la llamada a ser cristianos en el mundo con todas las consecuencias históricas, determinadas por la hora presente de la Iglesia” y -fue lo más significativo y que deberíamos aplicarnos todos los cristianos- indicó que el modo de hacerlo debería de ser realizando “esa llamada (de Dios) en plenitud, sin recorte alguno”.

Más adelante, Mons. Rouco, nos animaba “a ser testigos, aquí y ahora, en el mundo en el que vivimos”. Y el modo de ser testigos es el lugar en el que desempeñemos nuestro trabajo, pues allí nos coloca Dios. Así hemos de cumplir este mandato del señor que hoy el Evangelio nos recuerda yendo “a las ovejas descarriadas de Israel” y a “proclamar que el reino de los cielos está cerca”, santificando“todas las realidades temporales: desde el matrimonio y la familia, hasta al escuela, la cultura, la opinión pública, el mundo de la economía y del trabajo y de la comunidad política”. No hay trabajo honesto eximido de ser santificado.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid