San Mateo 9, 32-38:
Discusiones
Autor: Arquidiócesis  de Madrid


Hoy comienzan las Misas a diario en mi parroquia. Espero que pronto se llene. Puede parecer algo presuntuoso, pero no lo es, es constatar que en la solución habitacional que he preparado para Dios, con los medios que tengo, no caben mas de doce personas, y eso es fácil de llenar. Podríamos ponernos a discutir si es una buena o mala solución, si seria mejor no hacer nada hasta tener un local decente, si habría que tener ya la licencia municipal en la mano, si…, podríamos discutir días y días, estoy seguro que meses. Pero mientras discutimos en este barrio no se anunciaría la Palabra de Dios, no habría un Sagrario donde acudir a rezar (aunque sea en turnos de tres en tres), ni se podría localizar al sacerdote. Hay a quien le encanta discutir, y le gusta poquísimo trabajar.

“En aquel tiempo, presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada: -«Nunca se ha visto en Israel cosa igual.» En cambio, los fariseos decían: -«Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios. »” Jesús no se suele detener demasiado, a veces nada, a discutir sobre su persona. Sigue yendo a pueblos y aldeas pues la gente estaba extenuada y abandonada como ovejas sin pastor. No creo que estén ahora los tiempos para dedicarnos a perder el tiempo en vanas discusiones intraeclesiales mientras tanta gente se aleja de Dios pues no llega a conocerlo. Pero a mucha gente le gusta seguir en discusiones vanas y vacías. Incluso desde fuera de la Iglesia se alienta a que los cristianos discutamos entre nosotros, y así no anunciemos el Evangelio. Están felices de tanto clericalismo.
“Con su plata y su oro se hicieron ídolos para su perdición. Hiede tu novillo, Samaria, ardo de ira contra él. ¿Cuándo lograréis la inocencia?” Ojalá volviésemos a la inocencia. ¡Cuántas almas sencillas han acercado tantas almas a Dios!. Personas anónimas en sus familias, religiosas en el silencio de su convento, sacerdotes en parroquias perdidas. Pero ahora, el ídolo de la opinión pública, hace que en seguida nos pidan la opinión, seamos populares y, se nos olvide trabajar por el Evangelio. Los que tienen que dar su opinión sobre todo “siembran viento y cosechan tempestades,” nada y vacío para que avance el Reino de Dios.
Vamos a dejarnos de discusiones y vamos a volver a salir a la calle, a hacer entrar a Dios en nuestras familias, entre nuestros amigos, en nuestras parroquias. El mundo necesita a Jesucristo y los dones del Espíritu Santo; no podemos negárselo.
La Virgen no discute: se fija en las necesidades de sus hijos y nos dice: “Haced lo que Él os diga,” sin meterse en mas charcos. Ya os diré con cuantos lleno mi parroquia.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid