San Marcos 1, 7-11:
La Nevada
Autor: Arquidiócesis  de Madrid


Siguen en pie los cimientos de la futura estructura modular, y nada más. Hoy acabamos la Navidad, hemos cambiado de año, pero las obras de construcción no han avanzado un palmo. Además anteayer nevó. No fue una gran nevada, pero lo suficiente para colapsar Madrid y que el solar se vuelva a llenar de barro durante no sé cuánto tiempo. La nieve es bonita para verle en el campo o en una postal. Hay que tener una buena calefacción y un buen cristal que te haga contemplarla de lejos y calentito (todo lo contrario que en mi casa). La nieve en la ciudad es un asco, es bonito cinco minutos, luego los coches tienen que empezar a ir al chapista y las personas al traumatólogo. Es mejor verla de lejos y no bajar a la calle, que te puedes resbalar.
“Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: - «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»” Hoy es la fiesta del bautismo del Señor y, con ella, acabamos el tiempo de Navidad. A Jesús -lo sabemos bien-, no le hacía falta el bautismo de conversión que Juan practicaba. Sin embargo el que bajó de los cielos quiere, con toda su humanidad, realizar ese gesto de conversión pues en el bautismo futuro, el del Espíritu Santo y fuego, toda la humanidad quedará enaltecida. Hoy es un buen día para meditar en nuestro propio bautismo.
Tal vez nuestro bautismo sea como la nieve, está bien mirarlo de lejos, calentitos y sin bajar a pisarlo, es decir, como si hubiera sido algo que ocurrió hace más o menos tiempo pero que hoy no implica demasiado. Mirar nuestro bautismo como algo “que pasó” es una gran equivocación. Desde el día en que nos presentamos (o nos presentaron), a la Iglesia, nuestro bautismo está siendo actual, día tras día, momento tras momento. De vez en cuando es bueno desempolvar el catecismo de la Iglesia católica y echarle un vistazo. Del bautismo nos dice:
“El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana” y los fundamentos, como los cimientos de mi Iglesia son importantes, fundamentales. La construcción de mi vida cristiana no es obra mía, el cimiento lo ha puesto Dios, en Él se fundamenta todo. Muchos pueden quedarse toda la vida en el fundamento, pero son capaces de construir, si quieren.
Sigue el Catecismo: “el pórtico de la vida en el espíritu (”vitae spiritualis ianua”) y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos”. Si hoy estás haciendo un rato de oración y participarás de la Eucaristía (espero, a no ser que estés enfermo) y tal vez te confieses, es porque estás bautizado, mejor dicho, porque eres bautizado.
“Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios” Desde nuestro bautismo somos una criatura nueva, no por nuestros méritos, sino por los de Cristo. Cuando miramos el bautismo desde lejos es que el hombre viejo ha vuelto a levantarse, pero no podemos olvidarnos que somos hijos de Dios, y eso enfada muchísimo al diablo.
Y por último, “llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión.” Por el bautismo tenemos a Cristo como cabeza y vivimos una auténtica fraternidad en la Iglesia. Nuestro apostolado no es algo que hagamos cuando nos gusta o podemos, es una misión que hemos recibido como bautizados en la Iglesia y que, por lo tanto, vivimos instante tras instante.
Sólo hemos podido ver el primer punto del Catecismo sobre el Bautismo. “ Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea”. Y Dios está dispuesto a habitar en aquél que quiera acercarse a Él. ¿Cómo va a ser eso un hecho lejano en nuestro tiempo? El bautismo es lo más actual que tenemos.
Ponemos en manos de María a todos aquellos que reciban este año el bautismo, y nos ponemos cada uno de nosotros para que seamos capaces de “bajar a la nieve” y aunque nos peguemos algún resbalón, seamos capaces de vivir nuestro bautismo.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid