San Marcos 1, 14-20:
Llamadas
Autor: Arquidiócesis  de Madrid


Ayer celebró el vicario episcopal en la parroquia. Bueno, celebró en la calle, al fresquito. Como era el día del Bautismo del Señor habló de la necesidad de la conversión. Mi sobrino, de tres años y del que nunca esperábamos que estuviese escuchando durante la homilía (es lo mismo que hacen los mayores, pero los niños no ponen cara de interés mientras piensan en otra cosa) nos sorprendió haciendo una pregunta a su madre: “¿Ese señor en qué quiere convertirse?” No es una pregunta tonta, a veces predicamos pensando que todo el mundo entiende lo mismo y cuando hablamos de conversión no decimos qué significa convertirse. Alguno estará pensando en convertirse en un botijo.
“ Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: -«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»” San Marcos nos explica en seguida qué significa convertirse: “ Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: -«Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.” Convertirse significa seguir a Cristo. Habrá que dejar muchas cosas, a veces incluso nobles y buenas, y hacer caso de la llamada de Dios. Esa llamada que se concreta en un nombre: Jesucristo. “En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo.”
Pero ante la llamada de Dios recibiremos otras muchas llamadas, aparentemente más seductoras, más sencillas y bellamente envueltas. Hace no mucho hablaba con un joven que, desde la prisión, está intentando cambiar de vida. Con todas sus limitaciones está intentando acercarse a Dios, cambiar su forma de ver a los demás y buscar otras motivaciones para su vida. Su psicólogo está empeñado en que no puede ser. No hace más que repetirle que su verdadero yo es violento, irascible y maleducado. Los informes que hace de él son siempre negativos pues, para ese psicólogo, su vida es una pantomima. En definitiva le dice que el hombre nuevo no existe, que es el viejo el que triunfa aunque lo disfracemos. Eso desespera al joven y ya se dice: “Pues si quieren que sea malo lo seré”. Vamos a ver si conseguimos que triunfe el hombre nuevo. Muchos de nosotros no tendremos un psicólogo descreído detrás, pero seguramente nuestro hombre viejo luche por sus fueros. Nosotros mismos nos diremos: “No, no puedes seguir a Cristo” “Vas a dejar demasiadas cosas que son muy importantes para ti, Dios no te pide un giro tan importante en tu vida”: “Basta con que cambies alguna pequeña cosa pues, en el fondo, siempre serás un pecador y Dios no puede llamarte a ti”. Esas llamadas han acabado con muchas vocaciones y con unos cuantos matrimonios.
Pero ante esas llamadas que nos llevan al vacío tenemos que escuchar la llamada de Cristo. No quiere que cambies cosas en tu vida, quiere que tu vida sea la suya. No es que tu tengas que hacer mil cosas, es dejar que Él te haga pescador de hombres. Es muy distinto pensar la de cosas que tenemos que hacer por Dios (que sería interminable y superaría nuestras fuerzas), que pensar lo que Dios puede hacer en nosotros que siempre será sorprendente.
Nuestra madre la Virgen no hizo un “listado de tareas,” simplemente dijo hágase en mi según tu Palabra. Cuando contestamos sinceramente a esa llamada todas las demás llamadas entrantes darán “ocupado”.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid