San Marcos 6,14-29:
Fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Heb 13,1-8; Sal 26; Mc 6,14-29

Llama la atención el relato de la muerte de Juan el Bautista. ¿Por qué en un evangelio tan sobrio contar tantas intrigas palaciegas? En el plano narrativo es una pausa que deja a los discípulos cumplir la misión a la que han sido enviados. El narrador hace el relato de algo pasado. Hemos de ver las consecuencias de esta elección y sus efectos sobre el lector.
Jesús, ¿Juan Bautista resucitado? Puede que para Herodes, pero el lector conoce que no es así. Sabe ya de su encuentro (1,2-9), aunque, hasta el presente, sólo conozca su arresto (1,14), y sólo ahora sepa de su muerte. Los actos de poder de Jesús han hecho que sea conocido, incluso de Herodes. Se ha hecho personaje público (1,45). La gente se pregunta quién es (1,27; 2,7; 4,41). Por vez primera se proponen identificaciones precisas. El lector sabe de su papel de precursor, y lo verá confirmado poco después (9,11-13). La culpabilidad de haber decapitado al Bautista hace sumergirse a Herodes en un mundo fantástico en el que este vuelve a la vida.

Nada se nos dice ni del espacio ni del tiempo. Incluso es indecisa la utilización del tiempo de los verbos en el relato. El narrador tiene claro lo que le interesa. Terribles intrigas palaciegas. Negrura en las intenciones homicidas. Herodías juega un papel decisivo. Las acciones son de Herodes, pero siempre dirigidas por Herodías, la cual ha esperado la ocasión favorable. Herodes se ve encerrado en una aporía. No se atreve a no cumplir su absurda promesa. La orden de Herodes se da en un discurso indirecto, la muerte llega por el mandato de traer la cabeza de Juan. Lo esencial del drama está encuadrado por el placer del comienzo (6,21) y la tristeza final (6,26). En el entretanto la danza de la hija de Herodías. Desproporción absoluta de la promesa. La jovencilla desea por imitación de la madre, y la copia es más ardiente que el original. Ella interpreta el deseo de su madre de manera literal: la cabeza sobre una bandeja. Su deseo se cumple. El deseo mimético ha prevalecido sobre cualquier fuente de decisión y ha hecho inevitable la muerte del adversario. ¿Rey? ¡Terrible calzonazos!

La pasión del precursor muestra el camino tomado por la violencia para hacerse con el justo. Reducción al silencio del profeta, de quien habla, cuya cabeza se muestra sobre una bandeja. No se podría llevar más allá el desprecio de la palabra y la confusión entre hablar y comer. Los discípulos de Juan vienen a por el cadáver, para enterrarlo. Mientras, los discípulos de Jesús siguen en su cometido: la misión de Jesús, por intermedio de los Doce, continuará más allá de la muerte.
La pasión de Jesús viene prefigurada de manera discreta, incluso en la utilización de palabras y de verbos, mirados por lo menudo. Herodes y Pilatos son las dos únicas veces que vemos actuar a las autoridades políticas. Incluso hay relación entre este banquete y el de la última cena. La bandeja, ¿macabro añadido o don hiperbólico del cuerpo en la comida eucarística? Asombroso cuando uno mira los detalles, aparentemente tan pequeños (Camille Focant, una vez más).

Leyendo el capítulo de Hebreos que nos toca hoy, podemos hacer un contraste violento entre lo nuestro y el comportamiento de Herodes y sus cortesanos. Haga este lo que injustamente le plazca, porque, nos dice el Señor, nunca te dejaré.
Fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid