San Marcos 12, 35-37:
Disfrutaban escuchándolo
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Después del parón de ayer volvemos a la historia de Tobit. ¡Lo que han cambiado las cosas! El miércoles dejamos a Tobit y a Sara pidiendo a Dios la muerte y vuelve Sara casada (con un marido que no tenía fecha de caducidad, como los siete anteriores) y Tobit que recupera la vista desde que cuatro años antes le defecaran los gorriones en los ojos. Al igual que las noticias tristes enturbian la alegría, las noticias alegres hacen que las tristes se queden en una mera anécdota. Me acuerdo hace mucho tiempo (cuando se podía hacer acampada libre donde quisieras y se podía ir de campamento con chavales sin sacar ochocientos mil permisos y autorizaciones notariales de los padres), que una vez hicimos una marcha de tres días por la sierra de Gredos. El primer día fue estupendo, cumplimos los horarios e incluso nos dimos un baño en la laguna (seguro que ahora está prohibido por alguna ley de preservación del medio ambiente). El segundo día la marcha sólo era de medio día, relativamente fácil, según nuestro guía experto. Estuvimos andando todo el día, paramos un momento a comer algunos frutos secos y seguimos andando hasta que se hizo de noche. Tenías que llevar tu mochila, la de un niño, una tienda de campaña y una criatura a hombros. Acampamos en medio de un prado que resultó estar lleno de vacas que nos pisaron todo lo que se quedó fuera de las tiendas y nos dieron la noche. Al salir el sol vimos que estábamos a trescientos metros del refugio que buscaba nuestro guía. Estábamos todos destrozados, pero el regreso se dio bien y con el resto de las actividades del campamento se recordó ese día como uno de los mejores del campamento, se olvidó la fatiga y se quedó un buen recuerdo. La alegría llena mucho más que la tristeza. No es un consuelo para quien ha perdido un ser querido, pero la alegría que le dará encontrarlo en el cielo (por la misericordia de Dios), hará que las lágrimas de ahora se conviertan en risas de júbilo.
“En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: -«¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, dice: “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies.” Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?» La gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo.” Escuchar a Jesús enseñar debía ser una maravilla. Hablaba de lo que sabía mejor que nadie y lo contaría con la pasión de quien habla de la verdad y la belleza porque la han conocido y palpado. En ocasiones podemos oír enseñanzas de la Iglesia que nos parecen dificultosísimas, imposibles de cumplir, que se nos hacen muy cuesta arriba y que jamás conseguiremos llegar a la meta. Sin embargo, si confiamos en Dios, si sabemos que nos habla no para ponernos pruebas y dificultades, si tenemos la certeza de que nos quiere bien, que conoce nuestra debilidad y comprende nuestras dificultades, jamás te des por vencido. Ten la certeza que llegarás a vivir esa virtud que te parece imposible, que disfrutarás de ella y que todas tus luchas de ahora te parecerán una simpática anécdota. No será un logro tuyo, sino la acción del Espíritu Santo en ti. La alegría te hará olvidar lo costos del camino y simplemente disfrutarás de Dios.
Mañana el dulce nombre de María, disfrutar de la Virgen es el primer paso para disfrutar como ella de Dios. Hoy al leer un rato la Biblia no pienses en el tiempo que tienes para hacerlo, ni lo que tienes que hacer después ni lo que has hecho antes, solamente disfruta de escucharle.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid