San Mateo 13, 47-53:
Estamos en la Red
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Después de que ayer escribiese uno de los comentarios más largos de mis años de comentarista, fue de los que más tardó en colgarse en la red. Problemas con los servidores. Es curioso cómo ha ido cambiando el lenguaje gracias a esto de Internet. Si alguien dice hoy: “Estoy en la red”, enseguida pensamos que ha hecho su página Web, ha entrado en Facebook o está conectado a cualquiera de las “redes sociales”, de las que que particularmente desconfío. Hace unos años si alguien decía que “estaba en la red” podríamos pensar que era un mafioso o un extorsionador. Hace más años quien dijese que estaba en la red no hubiéramos dudado que se trataba de un pescador. Si las últimas siempre eran buenas (para los humanos, no para los peces), las anteriores siempre eran malas (excepto para los gángster), la red de Internet puede ser buenísima, malísima o indiferente. Ayer regalé casi todos mis libros de teología para unos seminarios en Perú. Ya se puede encontrar casi todas las referencias en Internet y para la lectura diaria se puede sacar el libro de la biblioteca (además así las frecuentes mudanzas de los sacerdotes son más llevaderas). Hoy quien no está en la red casi no existe. Sino estás en Google, no eres. Muchas empresas luchan por “posicionarse” en la red. Ahora de todas partes del mundo os conectaréis a la red para leer este comentario y, desgraciadamente, otros se conectarán para intercambiar pornografía (infantil o no, que toda persona tiene su dignidad). Nadie presume de no tener Internet.
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: -«El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.»” Con esta red pasa lo contrario que con Internet, muchos quieren presumir de no estar en ella. Creen que el reino de los cielos no va con ellos, que Dios no los va a juzgar. Decía el Papa el otro día hablando de la oración que “es verdad que nos sentimos casi como amenazados por la omnipotencia: parece que limita nuestra libertad, parece un peso demasiado pesado. Pero tenemos que aprender que la omnipotencia de Dios no es un poder arbitrario, pues Dios es el Bien, es la Verdad, y por este motivo Dios lo puede todo, pero no puede actuar contra el bien, no puede actuar contra la verdad, no puede actuar contra el amor y contra la libertad, porque Él mismo es el bien, es el amor, y la verdadera libertad. Por eso, todo lo que hace no puede estar nunca en contraposición con la verdad, con el amor y la libertad. La verdad es lo contrario. Dios es el custodio de nuestra libertad, del amor, de la verdad. Este ojo que nos ve no es un ojo malo que nos vigila, sino que es la presencia de un amor que no nos abandona nunca y nos da la certeza de que el bien es ser, el bien es vivir: es el ojo del amor que nos da el aire para vivir.” Por mucho que se intente nadie puede escapar del amor de Dios. Dios nos ama seamos blancos o negros, ricos o pobres, altos o bajos, santos o pecadores empedernidos. Estamos en esa red del Señor, guiados por Él como el pueblo de Moisés o mirando hacia el lado contrario, pero nunca dejamos de ser amados. Muchos hoy prefieren pensar que Dios no tiene nada que ver con ellos, que se han liberado de la esclavitud de la red. Personalmente prefiero ser consciente del amor de Dios y así, el día en que entre en la red, saber que voy a llegar a mi casa definitiva y no a “el llanto y rechinar de dientes”.
Las madres suelen comer la cabeza del pescado. Nuestra madre la Virgen siempre está mirando la red, descubriendo la belleza de lo que otros llamarían fealdad o pecado. Por eso es madre.
(Mira, hoy se ha colgado bien el comentario en la red, os recomiendo el comienzo del comentario de ayer)

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid