San Mateo 13, 54-58:
¿De dónde se saca todo esto?
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Hoy es uno de los malos días para el comentario. Casi todos los días lees las lecturas, rezas un rato y ya sabes de qué escribir. Hoy no, escribo tarde y lo siento por los madrugadores. Leí ayer las lecturas, recé, las releo, las “rerezo” y … no se me ocurre de qué escribir. Me vienen a la cabeza otras cosas, pienso en problemas de otros, los encomiendo, se me vienen a la cabeza proyectos, ideas, ilusiones, pero nada para el comentario. Estoy en blanco. Hasta que, tomando un café, me ha venido a la cabeza algo para empezar, aunque sea breve.
“La gente decía admirada: -«¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?» Y aquello les resultaba escandaloso.” ¿De dónde sale la oración? A veces hacemos esfuerzos de reflexión, meditamos arduamente, leemos libros o comentarios. Todo eso está muy bien, pero la oración no es sólo un ejercicio reflexivo. No es la oración mejor por ser uno más listo, más ilustrado o más ocurrente que otro. La oración es un acto de entrega, de ponerse a disposición de Dios, de dejar que Él nos sorprenda. En ocasiones hacemos una oración muy “elaborada” que nos deja vacíos. En ocasiones cuando vas en el Metro Dios te sorprende con una inspiración, con una claridad deslumbrante, con algo que te hace realmente cambiar.
Por eso los frutos de la oración vienen cuando Dios quiere. Es necesario marcar un tiempo cada día y ser fieles a él. Muchas veces en esos momentos estaremos secos, nos parecerá que perdemos el tiempo. Pero esos tiempos fijos de oración son los que nos preparan a gustar de Dios, a conocerle y reconocerle cuando se presenta. Es curioso que en este tiempo en que muchos están (o están preparando) sus vacaciones, sea el momento en que menos tiempo sacan para la oración. Eso ocurre porque hemos hecho de la oración una reunión de trabajo, en la que hay que sacra objetivos y aprovechar el tiempo. Entonces cuando estamos de vacaciones trabajamos menos. La oración no es algo para buscar la efectividad. La oración es acompañar, muchas veces en silencio, casi sin mirarse, a Aquel que nos quiere. Estar con Él y disfrutar de que Dios esté con nosotros. Descansar en Dios. Hacen falta muchos orantes, muchos que estén con Dios y puedan descubrirlo en cada acontecimiento de este mundo. ¿Por qué no puedes ser tu?
Pues vamos a seguir rezando, por el fin del terrorismo, por sus víctimas, por los que están lejos de sus hogares, por los que se quedan sin trabajo, por los que nos quieren bien y por los que nos quieren mal, por los que están lejos de Dios y por los qu elo están descubriendo como una asombrosa novedad. Por todos y por todo.
Hoy es San Ignacio de Loyola, buen santo y buen nombre. Que San Ignacio nos ayude a hacer cada día ejercicios espirituales, a poner en forma nuestra alma. Que la Virgen nos guarde.Ella nos ayudará a que Dios saque de nosotros lo que ni sabíamos que existía.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid