San Lucas 9, 57-62:
Dejarlo todo para seguir a Jesucristo
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Ne 2, 1-8; Salm 136, 1-6; Lucas 9, 57-62

En el evangelio de hoy nos encontramos con tres personajes que se encuentran con Jesús y tienen la oportunidad de seguirlo. No sabemos quienes eran pero, en ellos, encontramos enseñanzas para nuestra vida. Se muestran tres aspectos.

Al primero Jesús le señala que, si le sigue, no puede esperar otra recompensa más que el mismo Señor: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. Es creencia popular, y quizás hubiera algo de cierto, que en algunas épocas de la historia de la Iglesia algunos ingresaban en el seminario o seguían la carrera ministerial como un modo de vida. No sé si es cierto, pero lo que es seguro es que elegir a Jesucristo conlleva saber que puede perderse todo, y vale la pena hacerlo, para permanecer junto a Él. San Pablo que vivió esa experiencia señala en una carta que, comparado con el conocimiento de Jesucristo, todo lo demás lo considera basura.

En el segundo personaje somos invitados a considerar como al seguir a Jesucristo todo empieza de nuevo: “Deja que los muertos entierren a sus muertos, tú vete a anunciar el Reino de Dios”. El encuentro con Jesucristo lo hace todo nuevo. Nuestra vida anterior, incluido todo lo que pueda haber de pecado, queda en el pasado. Encontrarse con el Señor significa una transformación total para nosotros y una nueva misión. Ahora hay que vivir para el Reino. Los muertos designan ese mundo que no conoce a Jesucristo y al que, a veces, por falsos sentimientos de compromiso, nos sentimos unidos. El Evangelio nos coloca ante un nuevo horizonte al que hemos de dirigirnos con todas nuestras fuerzas.

En el tercer personaje se indica como la llamada del Señor comporta una elección que se renueva cada día. Constantemente hay que estar con las manos en el arado y mirando al frente. Cada mañana hemos de renovar nuestro deseo de servir al Señor. Ello significa también que hay que entregarse con todas las fuerzas. Puede existir en nosotros la debilidad, pero nos equivocaríamos si intentáramos llegar a un acuerdo con el Señor que conllevara reservarnos una parte para nosotros mismos. Puede suceder que en nuestro caminar cristiano vivamos momentos de dificultad en el que lo que vivíamos anteriormente nos seduzca. Así le pasó al pueblo de Israel en su caminar por el desierto. Hubo momentos, de hambre y sed, en los que pensó que en Egipto la vida era mejor.

En la primera lectura, de Nehemías, encontramos el ejemplo de un hombre devorado por el amor a Dios y a la ciudad santa de Jerusalén. Las dificultades no logran apagar la inquietud de su corazón. De su comportamiento podemos fijarnos en dos cosas. Primero, que se encomienda a Dios antes de responder al rey. Lo segundo es que, cuando se resuelve a su favor señala: “Por un favor de Dios, el rey me lo concedió todo”. Con esa confianza hemos de pedir la gracia de ser fieles seguidores del Señor.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid