San Lucas 4, 24-30:
Benditos niños
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Templo, templo, lo que se dice templo no tenemos, pero niños todos los del mundo. durante la Misa algunos, sólo unos pocos, se meten en la sacristía desde donde se puede seguir la Misa. Ayer, cuando salía el sacerdote a celebrar, una niña de 4 años dijo al resto de las niñas más pequeñas: “Ahora va a empezar la Misa, así que tenemos que gritar bajito.” Todo un ejemplo de consideración y sentido común. Eso es gratificante ya que se van enterando de que en la Misa sólo se grita bajito. Sin embargo suelo, al terminar la Misa suelo llamar a los niños en torno al altar y les digo una frase para que se la repitan a los mayores y se enteren de algo. Ayer les pedí que repitiesen la frase: “Dios es bueno, aunque no nos enteremos:” Sin embargo debió colarse el demonio por algún lado y una gritó a viva voz: “Dios es bueno, aunque no lo parezca”. ¡Pobre Dios! Al acabar la Misa una pequeña herejía, pero espero que le perdone ya que así es la infancia. Pero estoy convencido que muchos pensarán que Dios es bueno, aunque no lo parezca.
«Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.» Cuando hace tatos años y tanta gente es católica, parece que la Iglesia ha perdido su terreno, se ha convertido en algo utópico, de lo que se desconfía, que debe ser buena aunque no lo parezca. Mucha gente desconfía de la Iglesia, muchos cristianos tienen un desapego real de la Iglesia. Como los habitantes de Nazaret (estos no son las famosas “figuritas” que son los de Belén), sentimos que si estamos en la Iglesia deberíamos ser privilegiados de Dios, y nos sentimos como uno más, no vemos milagros, ni la vida nos va mejor, nos afecta la crisis y encima nos dan lecciones. Eso sienta fatal y entran en ocasiones tentaciones de despeñar la fe por un barranco.
Sería inútil negar los pecados que hay en la Iglesia (yo me conozco y supongo que tu también), incluso verdaderas aberraciones que nos escandalizan a todos. Pero en la Iglesia sigue estando la gracia y la actuación del Espíritu Santo. Si alguien siguiera a Jesús para ver hacer milagros se volvería a casa la primera vez que tuviera que dormir usando una piedra como almohada. No seguimos en la Iglesia para que nos vaya bien, ni para ver milagros (que los vemos, pero nos hemos acostumbrado a ellos y buscamos el espectáculo), sino que estamos, somos, la Iglesia porque Dios nos llamó el día de nuestro bautismo, Cristo nos invitó a seguirle y el Espíritu Santo nos anima cada día. La Iglesia es santa, aunque no lo parezca. Pero si miramos con los ojos de Cristo y no los de la crítica descubriremos la s grandezas que se siguen haciendo la Iglesia: ¡Qué derroche de caridad, de entrega, de servicio abnegado y silencioso, de perdón y misericordia en todo el mundo! ¡Cuántos Sagrarios con Cristo presente en tantas partes! ¡Cuántas maravillas!.
Aunque no lo parezca, aunque no nos demos cuenta, la Iglesia sigue siendo Evangelio vivo en el mundo. No seamos cristianos viejos, desencantados, de vuelta de todo. Pidámosle a la Virgen María que nos devuelva la juventud en la fe, la filiación en la Iglesia, volver a sentirse como sus hijos.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid