San Juan 15,9-17:
¡Menudo procedimiento de elección!
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

Hch 1,15-17.20-26; Sal 112; Ju 15,9-17

Llama la atención el procedimiento que utilizan los apóstoles para completar su número, tras la horrorosa defección de Judas Iscariote: echar las suertes. Pero antes san Pedro lo dice con nitidez: tenía que cumplirse la traición del amigo. El Espíritu Santo lo había anunciado en tiempos por boca de David. Tantas son las cosas que habían sido anunciadas antes y que tenían que cumplirse con Jesús, que nos quedamos sorprendidos por demás. Se entendería que, por ejemplo, el evangelista Mateo, muy proclive a su estricta formación y anhelo de la Ley judía, estuviera despiojando sus ojos para ver cómo desde antes se anunciaba lo de ahora, de manera que quedara claro para él y los suyos que en Jesús se cumplía lo que ellos estaban buscando de parte de Dios. Pero ¿en Lucas, de tan clara estirpe pagana, de la que se convirtió derechamente al cristianismo? Pues bien, en él tanto como en todos los demás.

Es esencial para el anuncio que ellos hacen sobre el Viviente ver cómo lo de ahora está entroncado con lo de antes, que la Iglesia es la continuación de la Sinagoga, que estamos en la misma Alianza, que nos guía la misma nube, en la que reside la Gloria de Dios. Que ahora se cumple en el Señor lo predicho desde antiguo. Era uno de nuestro grupo y compartía el mismo servicio, pero fue él quien guió a quienes arrestaron a su Señor. Luego, es decir, ahora, comprendieron lo que significaba el todo se ha cumplido pronunciado por Cristo en la cruz. Son cantidad los anuncios de la Escritura que tienen cumplimiento en Jesús, también lo anunciado por David, pues el salmista siempre es él, en el Salmo 40,11: incluso mi amigo, de quién yo me fiaba y que compartía mi pan, es el primero en traicionarme. Ahora comprenden lo que entonces les pilló de sorpresa. Ahora están integrados por entero en ese fluir de las cosas de Dios que comenzaron con la creación y que con la muerte y resurrección, la ascensión y el envío del Espíritu llegan a su completud.

Pero los salmos anuncian todavía dos cosas más con respecto a la pérfida traición. Lo primero, una terrible maldición contra el felón: que su morada quede desierta, y que nadie habite en ella (69,26). Lo segundo nos muestra el camino a seguir: que su cargo lo ocupe otro (109,8). Los apóstoles, pues, deben completar su número asociando a un nuevo testigo de la resurrección de Jesús, alguien que les acompañaba mientras él convivía con el grupo de los Doce que él mismo se constituyó desde que Juan bautizaba hasta el día de su ascensión. Tras la oración, quieren, pues, cumplir la voluntad de Dios expresada en la Escritura —¿dirigida directamente a Jesús, el Señor?—, no buscan dejar las cosas a su mero albur, sino ponerse en manos de quien es su Señor. Del discurso de Pedro, portavoz y jefe de los apóstoles, se deducen tres cosas: la importancia que ellos dan al grupo de los Doce que el Señor constituyó; las condiciones que se requieren para ser testigo cualificado; la identidad entre el Jesús de la actividad pública antes de la muerte en cruz y el Jesús resucitado que actúa en la Iglesia. Presentan dos candidatos, rezan al Señor y echan las suertes, del mismo modo que se sorteaba el servicio en el templo. En el inicio de la Iglesia interesa completar el número que significaba las doce columnas de Israel (Manuel Iglesias).

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid